Ninotchka
Continuando mi top 5 de comedias favoritas, que hasta ahora ha incluido Con faldas y a lo loco, Uno, dos, tres (reseñada por Sukie) y Arsénico por compasión, hoy quiero hablaros de Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939), una comedia romántica que atrajo a los espectadores a las salas de todo el mundo con una simple frase: “La Garbo ríe“.
Y es que la excepcional Greta Garbo, “la Divina”, era conocida por su serio rictus, que lucía en dramas como La reina Cristina de Suecia, La dama de las Camelias y Anna Karenina. El problema es que la guerra había estallado en Europa, y los estadounidenses comenzaban a pensar que para drama ya tenían suficiente con la vida real. Así que los estudios se pusieron las pilas y apostaron por comedias y películas de tono ligero y final feliz que contentasen al público. Con la fama que la propia actriz se había creado de persona inaccesible, extravagante y circunspecta, no parecía que fuera la mejor candidata para protagonizar uno de estos filmes. Por ello Ninotchka, su primera comedia, supuso casi un hito en su exitosa (aunque no demasiado extensa) carrera. En ella, la Garbo es Nina Ivanovna, una pragmática y ferviente comunista enviada por el gobierno soviético para vigilar al trío de camaradas Iranoff, Buljanoff y Kopalski, a los que se les encomendó la misión de vender en París las joyas confiscadas a una noble rusa. Allí, en la capital del amor, Ninotchka conoce al conde Leon d’Algout (amante de la noble rusa y causante de la demora de la venta de las joyas al descubrirle a los tres funcionarios los placeres del capitalismo) y tratará con todas sus fuerzas de no caer rendida entre sus brazos.
Aunque “La Divina” es sin duda la estrella del filme, no quiero dejar de reseñar el buen hacer de Melvyn Douglas como el conde Leon, y sobre todo, el trío de camaradas rusos, que entre lo pícaro y lo entrañable, son los grandes responsables de la carga cómica de la película.
El guión, repleto de frases para el recuerdo y diálogos chispeantes que no dejan puntada sin hilo, es sin duda el punto fuerte de Ninotchka. Esto no nos sorprende cuando averiguamos que uno de los responsables de su reescritura (el original tendía más al drama que a la comedia) fue Billy Wilder. El ritmo es ágil pero no acelerado, y cada escena tiene un objetivo claro que, utilizando recursos sencillos, se expone de forma rápida y eficaz, en muchas ocasiones dejando que el espectador intuya más que mostrando. Lubitsch también deja sitio para algunos gags de humor físico, ecos del cine mudo del que el director fue también gran exponente, aunque los pone en manos de personajes secundarios.
No es ningún secreto que la película supone una crítica jocosa al comunismo y a la Unión Soviética, cosa que no debe sorprendernos teniendo en cuenta la época en la que se rodó. Pero en ningún momento la figura de Ninotchka es denostada: la camarada Ivanovna es una mujer fuerte, autónoma y segura de sí misma, y lo seguirá siendo, incluso cuando descubra que la búsqueda del amor y la felicidad son derechos inalienables en la vida de cualquier ser humano, lo que supondrá una brecha en las convicciones que hasta entonces habían regido sus actos. La actriz, en su esfuerzo por no convertirse en objeto de burla y alentada por su casi patológico miedo al ridículo y al fracaso, consiguió algo inesperado en aquel Hollywood previo a la II Guerra Mundial: dotar a su personajes de inteligencia superior a la de sus camaradas y par a la de su compañero de cartel, y de un carisma que posteriormente disfrutaríamos en actrices como Bette Davis o Joan Crawford.
A los 36 años, y tras el fracaso de su siguiente película (la comedia La mujer de las dos caras) la Garbo decidió retirarse, de su profesión y de la vida pública. La conciencia de la huella que el tiempo comenzaba a dejar en su rostro y su cuerpo, y el temor a verse rechazada por una industria que ¿valoraba? a la mujer por su juventud y belleza, pudieron con ella. Sin embargo, si hay algo que el implacable tic-tac del reloj no ha podido llevarse, es el reconocimiento a una de las más grandes estrellas del Hollywood dorado y a un filme de visionado casi obligatorio para cualquier amante del séptimo arte, que sigue funcionando a la perfección 80 años después de su estreno.