Retrato de una obsesión
Retrato de una obsesión, película de Steven Shainberg del año 2006, relata una historia ficticia, basada en la biografía escrita por Patricia Bosworth de lo que podría haber sido un momento en la vida de la fotógrafa Diane Arbus, famosa por su trabajo de retratar a las personas más marginadas de la sociedad.
La película versa sobre el enamoramiento, intriga, atracción, o curiosidad, como se le quiera llamar, que Diane siente por su vecino Lyonel, quien la introducirá a nuevos ambientes en los que conocerá a personas inquietantes que viven apartados de la sociedad. Los encargados de dar vida a estos personajes son Nicole Kidman y Robert Downey Jr., que si bien está correcto Downey Jr. en su papel y remarcable Kidman en el suyo, no son las interpretaciones más destacables de su carrera, dado que los personajes no dan para más. Ni los personajes ni la historia, que lentamente va deshinchándose perdiendo la frescura y el interés que en un principio suscitaba.
Pero no todo está perdido en esta película, Si me he decidido a hablar de ella es porque realmente creo que merece una oportunidad. Es cierto que el guión no es de esos que te mantienen en vilo de principio a fin. Tampoco la puesta en escena, que si bien es interesante al principio, pasada la novedad se nos vuelve indiferente. Ya he comentado que tampoco los personajes son de los que marcan un antes y un después. Supongo que a estas alturas la pregunta es ya inevitable, ¿qué tiene esta película que merezca ser salvado?
La solución está en la subjetividad ya que, es la clave para que uno pueda sentirse atraído o expulsado por la historia. Steven Shainberg tiene una cierta maestría en mostrar la belleza de ciertas costumbres que, en su mayoría son repudiadas (casi siempre cubiertas por la hipocresía) por la sociedad. Tiene la habilidad de mostrar la sensibilidad, el sentimiento, la electricidad que provocan algunas filias sin entrar en lo que a manos de otros directores pasaría a ser erotismo o incluso pornografía. Con sus imágenes provoca que el espectador reflexione sobre que hay más allá de la opinión superficial.
Hay una escena, en la que vemos a Diane con su marido en la cama, empiezan a besarse y ella, empieza a besar la muñeca de su marido, quizás pueda considerarse un lugar poco habitual, pero el sentimiento que ella le pone es de lo más excitante. Su marido no sabe reaccionar de peor modo que riéndose cosa que, evidentemente, hace que Diane se retraiga. ¿Por qué el ser humano se empeña en “avergonzar” a lo que se sale de la “normalidad”?
Shainberg sabe captar la sensibilidad de esas acciones. Lo hace en esta película, como lo hacía en obras anteriores como Secretary (2002). Y eso es lo que merece ser salvado, la valentía de mostrar. Y ya no sólo mostrar sino enseñar sin adentrarse en la provocación fácil, sin enjuiciar a personas y actitudes que por más que algunos se empeñen en esconder, por más que algunos se empeñen en quitarnos el derecho a descubrir, están ahí y son, a mi entender, lo más interesante que se mueve por este mundo.
[…] vez ya os había hablado de Steven Shainberg y de su afición por mostrar en sus películas caras oscuras, o por lo menos […]