El mundo de la farándula es un monstruo que devora todo a su paso, algunos nombres pasan de manera efímera y otros trascienden en el tiempo. Cada época tiene artistas que marcan por su estilo, talento o escándalos. Nacho Vigalondo estrenó en Netflix la serie Superestar, un producto que definitivamente es marciano.
Se narran los comienzos artísticos de la cantante Yurena, que se dio a conocer como Tamara, un fenómeno que se convirtió en un auténtico icono popular del inicio de la década de los 2000 tras el lanzamiento de la canción ‘No cambié’ y de su posterior álbum ‘Superestar‘.
No recuerdo a esta cantante, no sabía de su existencia pero luego del primer episodio me pregunto si lo que veo es realidad o puro invento. La vida de Yurena fue de película, la relación con su madre, tan enfermiza es digna incluso de un thriller psicológico.
No es un biopic común, cada capítulo está narrado desde la perspectiva de personajes que fueron decisivos en la vida de la artista. Vigalondo amante de la fantasía, de lo raro y que se le permite todo, da rienda suelta a ese tamarismo que colmó una época en España y que fue un fenómeno.
Si lo de Margarita Seisdedos lanzando ladrillos es alucinante, lo de Paco Porras adivinando el futuro en las frutas o Loly Alvarez llegando tipo momia al plató de Crónicas marcianas sencillamente es de no creer. La recreación de cada momento parece de un cuento de terror, el uso del color, la música y el montaje cumplen sus funciones.
La selección de casting es acertadísima. Ingrid García Jonsson jamás estuvo mejor, su versión de Tamara es de aplausos. Ver a Carlos Areces, Secun de la Rosa o Pepón Nieto en la piel de gente que existió y que fueron los villanos de la historia resulta impresionante.
Superestar es quizás lo mejor que ha hecho Nacho Vigalondo y posiblemente de las series más originales que tenga la N roja. Hay una generación que no puede creer que en los 2000 hubiera más libertad de expresión que ahora.
El tamarismo no regresará pero que esta serie sirva como homenaje a su creadora.