Una mujer bajo la influencia

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Una mujer bajo la influencia

Hace un tiempo comenté como en la actualidad hay toda una industria detrás del cine independiente en Estados Unidos, una paradoja que llega a tal punto que es legítimo cuestionar si ese cine es realmente independiente de los grandes estudios si tiene toda una máquina de producción moldeada a su favor. En aquel momento quise aventurarme con uno de los primeros trabajos de Soderbergh, una película que desde luego se nota que está hecha al margen de grandes estudios. Y si bien Soderbergh sigue siendo un nombre vigente y ecléctico dentro de la industria, para esta ocasión he querido retroceder un poco más para adentrarme de lleno en otro nombre que es sinónimo de ese cine independiente.

Nick es un padre de familia que debe cuidar muy de cerca a su mujer Mabel, quien sufre de inestabilidad emocional. De forma continua intenta que el ambiente en la casa sea lo más normal posible, pero llega un momento en el que la situación toca tan de cerca a sus hijos que se verá obligado a recurrir a medidas más extremas. 

Más allá de los títulos de crédito tan propios de épocas pretéritas, lo primero que llama la atención es el enfoque sobre Nick y Mabel que crea Cassavetes. Sería muy fácil y hasta esperable por parte del realizador posicionarse a favor de uno u otro en relación al conflicto que tienen en casa. Sin embargo, Cassavetes busca a través de escenas cotidianas como puede ser una cena, una visita de unos amigos de sus hijos o el comportamiento de ambos cuando el otro no está presente vislumbrar las primeras grietas que algo no va bien. Los indicativos son sutiles y una vez que se les ha prestado la debida atención son imposibles de ignorar, pero dado que son meras pistas el director al menos durante el primer acto puede jugar con esa dualidad de si Mabel está tan mal como aparenta o si tan solo es un percepción exterior.

Y más pronto que tarde esas grietas se transforman en auténticos fragmentos en los que ese marco se va fragmentando rápidamente. Las situaciones y las discusiones escalan con una virulencia incómoda y peligrosa de contemplar, como un repentino ataque de ansiedad que va creciendo conforme pasan los minutos hasta que termina por ahogar. Las pistas que previamente se han dejado caer se unen y la tensión se vuelve insoportable, más parecido a un terror psicológico que a un drama indie. Desde luego la forma en la que la cámara se acerca a los rostros de los personajes, la cámara en mano que se siente como un documental explorando la vida de la pareja o incluso el tratamiento del sonido, aparentemente inocuo tiene unas disrupciones muy potentes que de la nada rompen con la tensa armonía del hogar contribuyen a crear ese ambiente que por lo íntimo parece que el ojo del espectador esté traspasando la barrera invisible del respeto y mirando de más algo que tal vez no debería estar viendo. 

Una mujer bajo la influencia

Y aunque la situación a la que llega Mabel no llega a explicarse del todo, uno no puede evitar pensar que la película refleja inquietudes de su tiempo y que hasta cierto punto podrían mantenerse vigentes a día de hoy. El marido que pasa más tiempo en su trabajo que en el hogar, dejando todas las responsabilidades domésticas y de crianza a la mujer, quien también tiene que pasar por un fuerte escrutinio de hacer todas esas tareas sonriendo y sin rechistar, no vaya a ser que la acusen de mala madre. Al final alguien con tanta responsabilidad bajo sus hombros es normal que exista la posibilidad de que se quiebre en un momento dado, que la presión por encajar en el molde de la sociedad haya hecho que se retraiga y que no pueda ser ella misma con las terribles consecuencias que ello supone. No hay ni buenos ni malos en esta historia, tan solo dos personas adultas con un problema al que no saben hacer frente y que pese a todo, se tienen cariño. 

A lo largo de los tres (o más) actos varios personajes desfilan por la pantalla entre las cuatro paredes para aportar a ese microcosmos de la casa. Los propios hijos de Nick y Mabel, los progenitores de él y ella o compañeros de trabajo de Nick, pero al final el filme son ellos dos, dos huracanes a su manera. Peter Falk como Nick es ese hombre tosco que cuando abre la boca las palabras van más rápido que sus pensamientos sin medir las consecuencias. Y qué decir de Gena Rowlands como Mabel, esa mujer al borde de un ataque de nervios que no parece que esté actuando, sino que el público parece ser testigo de ese colapso en vivo y en directo con la debida gesticulación y tics que resultan a la par incómodos y fascinantes. 

No es una película que por ritmo y narración se lo ponga fácil al espectador, y una vez se empiezan a sacudir los cimientos y parece que todo va a saltar por los aires es un viaje capaz de inducir a la ansiedad hasta al más cuerdo, pero por eso mismo y por su componente de cápsula del tiempo merece la pena.

LA NOTA DE FILMFILICOS

EN POCAS PALABRAS

Un fascinante retrato de un matrimonio que camina por la cuerda floja y cuyo viaje es combustible de ansiolíticos.

3,5
Christina GrisantiCine de EE.UU.DramaEddie ShawGena RowlandsJohn CassevetesKatherine CassavetesMatthew CasselMatthew LaborteauxPeter Falk
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Autor/a

Palomiix (AKA Paloma Sztrancman)

Autobiografía: Graduada en Comunicación Audiovisual, pero eso es una simple excusa para pasarme el día viendo películas y series como si no hubiese mañana. Y si a eso le sumamos la lectura tenemos el 90% del tiempo pillado. Frase: "Dame una taza de chocolate y una buena historia. No necesito más para ser feliz".

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