Como si fuéramos viejos amigos, Luiza Calagian y Rosa Caldeira, me saludaron con un calor distintivo de América Latina, algo que se agradece en el inclemente frío de Berlín. Ambos jóvenes directores brasileños, presentan su cortometraje “Anba dlo”, el cual participa en el Berlinale Shorts.
“Anba Dlo” es una expresión criollo-haitiana que significa “bajo el agua” y le da título a esta obra que habla sobre transformación, sobre el duelo a través de rituales religiosos y la manera en que estos pueden ayudar a sanar, a sobrellevar y a entender el dolor.

Luiza y Rosa estudiaron cine en Cuba, vivieron allí durante tres años y de esa vivencia nació esta película, ya que no sólo se inspiraron en sus experiencias con respecto a la muerte sino también en sus experiencias de la vida en un país tan hermoso pero difícil como lo es Cuba, y cómo contra todo pronóstico, lograron sacar este filme adelante.
El vudú y la santería se ven entremezclados en un filme cargado de misterio y misticismo, donde se nos muestra un abreboca de la vida de Nadia, una estudiante de biología proveniente de Haití, interpretada hermosamente por Berline Charles.
Mi primera pregunta fue la siguiente:
“Tengo entendido que ambos junto con Berline, vivieron situaciones similares y gracias a Anba Dlo, pudieron sobrepasarlas y salir transformados. ¿En la historia se describen las tres vivencias de manera individual pero conectadas o se basaron en sus experiencias, creando una historia nueva?”
Luiza responde: “Un poco de los dos, es una historia de duelo compartido, los tres perdimos a seres queridos y siento que es una historia en común”.
Rosa continúa, “El cine de autor es autorreferencial en la vida de las personas, cuando hablamos de temas muy personales como el duelo, la muerte y la espiritualidad es muy difícil no hablar de nosotros, lo cual trasladamos luego a la película. Cuando compartimos la historia con Berline, nos sorprendió que ella sintió que era su historia. Se sintió completamente identificada”.
Los directores nos explican que las religiones y los saberes populares están basados en el misterio: “Con la colonización encontramos maneras de sobrevivir para no acabar con la cultura”, señala Rosa y continúa, “el tema de la muerte es un gran misterio, la manera en que está hecha la película, ese no saber qué sucedió con el personaje, y todo el misterio que la rodea, tiene mucho que ver con el misterio de la vida misma, de la muerte misma”.

Luiza menciona que es importante tener en cuenta que ambos directores son de una religión de origen afro-brasileño: el candomblé de origen yoruba, lo que hace que el proceso de hacer la película también haya sido un proceso ritualista. Luiza comenta que, “Esto no es solo por lidiar con el duelo sino porque también estamos lidiando y representando de alguna forma nuestro mundo espiritual, es algo que vivimos en nuestras pieles. Nada es coincidencia. Que hayamos hecho este guion y luego que nos hayamos encontrado con Berline que también trajo su cultura, sus vivencias. Con ella aprendimos más sobre el vudú y lo mezclamos con los elementos del candomblé y la santería que conocemos mejor. La estructura y el misterio de la película es también el representar la no linealidad del proceso del duelo, todo tiene que ver con la manera en la que filmamos, todo muy ritualista. Lo que está representado en pantalla son los procesos humanos y de comunidad, todo es parte de lo mismo y está atravesado por la misma energía”.
“Hablando de entremezclar y de interconectar, ¿cómo interconectarían el cine y la espiritualidad?”, pregunto.
Rosa responde, “Creo que el cine es algo muy amplio. Sin embargo, nuestro cine, es un cine muy colectivo. Trabajamos con personas que están en la misma sintonía, en ese sentido se asemeja mucho a la espiritualidad, ya que es un proceso ritualista cuando estamos conectados con el mismo propósito. Hay que estar emocional y espiritualmente abiertos para hablar y tocar estos temas. Antes de filmar hicimos minutos de silencio, la gente estaba muy conectada, había mucha concentración, estábamos conectados con Berline, con el sentimiento, con lo que estaba pasando”.
Me compartieron una anécdota muy divertida con respecto a esta concentración y conexión en el set, cuando un perro se atravesó y no lo vieron sino hasta que éste estaba en medio de la toma, ya que estaban tan concentrados en la actuación de Berline que no había espacio para ver ni sentir nada más.
“Hasta el perrito se conectó con nosotros”, ríen los cineastas.
“¿Cómo fue la experiencia de filmar en Cuba?” . Era una pregunta necesaria.
Luiza nos explica que, “Nos tocó movilizar los recursos, la escuela nos ayudó con las luces, las cámaras, la estructura, pero no con la comida, el transporte, y toda la logística. La tesis es la conclusión de tres años de convivencia, terminas creando una gran comunidad donde se crean vínculos muy bonitos y mucha gente se movilizó para ayudarnos. Se creó como una red de apoyo alrededor de este proyecto mientras atravesábamos una crisis de electricidad. Tampoco había gasolina para transportarnos. Nos tocó crear el mundo de Nadia dentro de la escuela y gran parte del crédito se lo lleva la directora de arte que logró hacer de una casita abandonada en el campus, la casa de Nadia. Fue una sucesión de muchas personas que decidieron dar todo lo que tenían para ayudarnos. Estar en un país donde falta todo, eso hace que la gente se una y se creen vínculos muy fuertes para juntos atravesar esas situaciones”.

“¿Qué se llevaron de Cuba como país que influenciará de ahora en adelante su manera de hacer cine?”
“Lo que hablamos sobre las dificultades, eso crea en el pueblo y el cine cubano una resiliencia, una fuerza y un sentido de colectividad muy importante”, nos comenta Luiza. “Me enseñó muchísimo haber vivido allí, el haber atravesado la falta de necesidades básicas, y me enseñó a sobrevivir y a convivir. Si no fuese por ese sentido de colectividad, la película no hubiese existido”.
Rosa nos dice que “También siento que, en Cuba a pesar de todo, hay algo muy increíble y es que son de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida. A pesar de todo lo que atraviesa el país, las personas de nuestra generación están muy preparadas. Tienen un acceso a estudios de arte y de cultura que yo nunca tuve en Brasil. Siento que mi cine maduró mucho en Cuba, siento que lo relaciono con la cultura cubana y cómo el arte es valorado por el pueblo cubano. El cine tiene un lugar muy especial en ese país”.
Por último, pregunto qué significa para ellos estar dentro de Berlinale, un festival que se caracteriza por darle un espacio al cine de autor, a un cine más experimental y vanguardista. Es un festival político que abre la oportunidad a nuevos talentos.
Rosa responde, “Es un festival muy hermoso, donde se nos da la oportunidad de ver una gran diversidad de narrativas, lo cual es muy importante, incluso para que festivales como Cannes y Venecia puedan existir. Es un festival de cine de vanguardia que abre puertas e influencia al cine más clásico. Y es importante también el mostrar nuestra perspectiva latinoamericana en Europa, desde nuestra cultura, desde nuestros valores”.
Luiza culmina señalando el hecho de que este año, hay más películas brasileñas que el año pasado, lo cual es un logro enorme. «La representación de Latinoamérica dentro del cine europeo es esencial para mostrar perspectivas distintas, cosmovisiones diferentes», culmina Luiza.
Este cortometraje es una entrada perfecta a una parte muy importante de la cultura latinoamericana y caribeña, de sus raíces, de su ADN. Ambos directores comentan que se está hablando para potencialmente convertir esta película en un largometraje, idea que me emociona ya que el espectador desea saber más, conocer, descubrir e ir pelando las capas no sólo del personaje principal, sino de la religión, de la espiritualidad y de América Latina.