Un Poeta es hasta ahora, mi película favorita del festival. Es, en todo su esplendor, poesía. Es una oda a la vida, a la verdad de la vida, a su parte más dura pero también a su expresión más pura. Me inspira a escribir bonito, me inspira a escribir mejor. Pero más bonito y mejor, escribe el guionista y director de esta película, el colombiano Simón Mesa Soto.
Presentada en la sección de Un Certain Regard, Un Poeta es una obra cruda pero sin perder ligereza, que muestra no solo la realidad colombiana del día a día, sino también la realidad de la lucha en el arte. Al mismo tiempo que nos presenta a un personaje sacado del estereotipo del “poeta maldito”, de la “víctima del arte”, del cliché colectivo de que el artista es un ser perturbado, triste y solitario. A veces -muchas veces- es el propio artista quien se coloca esa etiqueta porque siente que es el deber ser. Que se debe sufrir para entrar en la categoría artística, que se debe sufrir para poder crear a partir de ese sufrimiento, lo que nos corrobora el adorable Ubeimar Ríos, protagonista de esta cinta, quien a su vez, es un poeta y profesor de filosofía en la vida real. Puede ser que una parte de ello sea cierto, ya que el sufrimiento es uno de los sentimientos más comunes y a las vez complejos del ser humano, y esa idea del artista como víctima de sus propias decisiones, del arte por el arte, es lo que constituye a Oscar, un poeta errado, un poeta triste, bueno, un poeta y punto.
Es una película que puede fácilmente caer en estereotipos en forma de caricatura, pero la narrativa de su director y escritor es exquisita. Nos lleva de la mano de paseo por Medellin, tierra fértil de la expresión artística colombiana.

Es una mezcla perfecta entre fatalidad y naturalidad, entre poesía y realidad, lo cual es la vida misma. Le pregunto a Simón: “Eres el escritor de este escritor, ¿Cómo lograste ese balance justo de dualidades en el personaje y Ubeimar, cómo lograste tú el mismo balance en la interpretación?»
Inicia Ubeimar respondiendo, y manda un saludo muy cálido a todos los lectores, cosa que en toda mi experiencia como periodista, nunca nadie había hecho, lo cual me pareció un gesto hermoso: “Un saludo muy especial para todos los lectores. El balance es la actuación y lo que soy como ser humano, prestando mucho de lo que soy al personaje de Oscar Restrepo, y que él y mi persona, se volvieron uno a la hora del rodaje, es un balance interesante e intrínseco”. Y apenas responde, pienso: “Es el poeta que vemos en la película”.
Simón, a su vez, responde que quería hacer la historia de este loco soñador desempleado. Historia que se basa en personajes que conoce en su vida real, como un tío y su relación con su abuela, y uno que otro profesor a quien también “le gustaba el traguito”, como dice el director entre risas. A lo cual se apresura Ubeimar diciendo, «Yo nunca he hecho una clase borracho».
Hablamos sobre la concepción de este concepto que parece del pasado sobre lo que mencioné anteriormente: hay que sufrir para poder crear. A lo cual Simón responde que en esta época, aquello se está desmitificando y que nos damos cuenta de que no necesariamente debería ser así. Aunque como mencioné, es cierto que a veces del dolor salen las cosas más lindas.
Simón nos cuenta que dentro de este personaje hay dilemas propios: “La idea de no lograr lo que uno quiere lograr en su oficio, por ejemplo. Hacer cine es muy complejo, requiere de paciencia, de perseverancia, de terquedad, y es muy fácil fallar. Yo también soy profesor, yo pensé que fracasaría en el cine, así que se me ocurrió escribir una película sobre la peor versión de mí en 20 años si llegase a dejar de hacer cine”. Enseguida Ubeimar comenta: “Gracias por lo que me toca” y fue inevitable no reír.
Simón es profesor de cine, para lo cual renunció para hacer la película, “pero me toca volver”, ríe el director.
Hablamos sobre el financiamiento de la película, de la ayuda del Fondo de Desarrollo Cinematográfico de Colombia, al igual que de Alemania y Suecia, con quien Simón lleva trabajando alrededor de 10 años. Nos cuenta que, “El financiamiento es un proceso muy largo. Haces un presupuesto y cuando buscas los recursos, nunca se llega a ese presupuesto, siempre hay que bajarlo y adaptarse. La plata nunca es suficiente”.
Finalmente le pregunto a Ubeimar cómo decidió participar en el proyecto y cómo fue el proceso,. Nos cuenta que a un sobrino que es músico le enviaron el guión y que él veía al personaje del poeta en su tío. Así que le dijo muchas veces a Ubeimar para que se presentara en el casting a lo cual Ubeimar siempre se negaba: “Pero luego me dio un argumento valioso y ahí no me pude negar. Me dijo “Hágale, que si de pronto pasa, le pagan bien”.
Y a la pregunta de si quisiera seguir actuando, responde: “Como de querer sí, pero no sé si cumpliría con las expectativas porque este personaje es muy parecido a mí, no sé cómo haría con otros. Pero si me invitan voy de una”.
Y en esta nota ligera, amena y divertida, tal como la película, terminamos esta entrevista.
Si puedo definir la película en una sola palabra sería “sincera” y luego de la entrevista a Simón y a Ubeimar esa palabra toma un nuevo sentido, uno mayor y más real, ya que Ubeimar desprende pura sinceridad en sus respuestas, en su mirada y en sus risas. Este ha sido de mis momentos favoritos ny más bonitos dentro del festival.
© Imagen de cabecera: Fotograma obtenido del filme «Un Poeta»