Desde los inicios de la especia humana, siempre ha existido una intensa búsqueda por mejorar el contacto con el mundo animal, más concretamente, estudiar sus comportamientos intrínsecos y su aspecto evolutivo, el cual llega hasta el día de hoy. Esta curiosidad, la cual normalmente se traduce en estudios científicos que pueden llegar a sobre pasar los límites éticos y morales, no siempre funciona del todo cuando se trata con animales salvajes. Se podrían enumerar numerosos casos de dominio público, en los que la naturaleza animal se ha impuesto ante la fascinación científica del ser humano. Pero, ¿Qué hay de aquellos casos en los que la mirada humana no está controlada bajo unos objetivos artificiosos o empíricos? Grizzly Man (2005) es un ejemplo de como, en ocasiones, el amor incondicional por los animales no siempre es dado de vuelta de la mejor manera. Esta es la historia de Timothy Tredwell.
El director alemán Werner Herzorg, recopila más de 100 horas de material del documentalista Timothy Tredwell, quien dedicó 14 veranos seguidos, a mostrar al mundo su amor y pasión por los osos en los terrenos de Alaska. Herzorg indaga en el pasado de Tredwell, así como en sus últimas horas de vida, antes de que él y su novia Amie Huguenard, fueran asesinados por un plantígrado.

Lo que en un primer momento podría haber sido un documental activista con un tono efectista y provocativo, Herzorg lo convierte en una reflexión acerca de la naturaleza humana, y la mirada subjetiva que una persona como Timothy Tredwell, tiene acerca de los osos, además de su conexión espiritual con ellos. Por momentos, la producción se asemeja al documental Lo que el pulpo me enseñó (2020). Herzorg no se sitúa en ningún bando, todas las entrevistas que realiza, presentan opiniones distintas y planteamientos acerca de si Tredwell estaba realmente haciendo un buen trabajo, pero no busca juzgar por sí mismo la moralidad de sus actos.
Gracias a la cámara en mano, estas secuencias gozan de una atmósfera mucho más humana y natural, casi como si tú como espectador, estuvieses hablando con las personas implicadas en la historia. Además, la banda sonora tampoco busca sobresaltar a la audiencia con arreglos dramáticos característicos del cine de terror. Al revés, la elección de canciones, pasa por un filtro amable y relajante que proporciona cierto alivio de tensión frente a la dramática situación que se nos está relatando.

El documental no muestra ni por asomo las 100 horas de contenido real que grabó Timothy Tredwell, pero si presenta diversos metrajes con una sensibilidad brutal y en ocasiones mágica, que nos hace pensar que Timothy si albergaba una conexión especial con los osos. Mediante el uso de la voz en off, Herzorg expone sus propios pensamientos acerca de los comportamientos de Timothy y sus extravagantes discursos frente a la cámara. La elección de secuencias consigue aportar un cierto grado de belleza estética y narrativa a un estilo de vida rutinario en la madre naturaleza. Lo importante no es realmente indagar en los detalles morbosos de su muerte, sino adentrarnos en su psique humana y apreciar lo que él apreciaba. En ese sentido, Werner Herzorg realiza un trabajo excelente.
Es por todo lo explicado anteriormente, que Grizzly Man es una recomendación indispensable para aquellos que busquen un documental que vaya un paso más allá de lo ordinario. Los hechos son los que son, y el público siempre intentará por todos los medios ofrecer una explicación moral y autoritaria sobre su naturalidad. Pero por una vez, solo una vez, intentemos experimentar más allá de lo objetivo, e intentar interpretar porqué Timothy Tredwell hacía lo que hacía. En esa búsqueda, es donde se halla el verdadero atractivo y encanto en este tipo de historias.











