Evolución del cine de terror: de los clásicos a los nuevos sustos

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Evolución del cine de terror: de los clásicos a los nuevos sustos

El cine de terror ha cambiado mucho desde aquellos primeros monstruos que salían en blanco y negro para hacernos temblar… y no por su resolución. A lo largo de las décadas, el miedo en la gran pantalla ha mutado como uno de sus propios personajes: ha sido expresionista, psicológico, sangriento, introspectivo y hasta elevado (como si ahora el susto tuviera máster en filosofía). Pero lo que no ha perdido es su capacidad de agarrarnos por la tripa y recordarnos que, aunque sepamos que es ficción, seguimos mirando por encima del hombro al salir del cine. Así que hoy repasaremos la evolución del cine de terror.

Los inicios del terror: del cine mudo a los monstruos universales

El terror cinematográfico nació prácticamente junto con el cine mismo. En los años 20, el expresionismo alemán ya estaba dejándonos pesadillas con obras como El gabinete del Dr. Caligari o Nosferatu, pioneras no solo en generar inquietud, sino en establecer una estética que aún hoy se estudia en las escuelas de cine (y se fusila en anuncios de perfume).

Ya en los años 30, Hollywood abrazó el horror con sus brazos cadavéricos: la Universal nos presentó a sus icónicos monstruos en Drácula (1931), Frankenstein (1931) o La Momia (1932). Estos personajes no solo daban miedo, también despertaban una extraña empatía. Eran seres trágicos, incomprendidos, mucho antes de que Tim Burton hiciera de eso una carrera entera.

Los años dorados del miedo psicológico y el terror slasher

A medida que el público se volvía más difícil de asustar, el género evolucionó. En los 60, Hitchcock revolucionó el suspense con Psicosis (1960), demostrando que el verdadero terror podía venir del ser humano y no de un castillo gótico con telarañas sospechosamente bien colocadas.

En los 70 y 80, el terror se soltó la melena (a veces literalmente) y nos trajo algunos de los títulos más influyentes del género. El exorcista (1973) redefinió lo que significaba estar poseído por el demonio… o por el cine. La matanza de Texas (1974) introdujo un realismo brutal que inspiraría el slasher moderno, y Halloween (1978) consolidó la figura del asesino enmascarado que acecha a adolescentes hormonados.

Estos años fueron una auténtica fiesta sangrienta, con Viernes 13, Pesadilla en Elm Street y compañía sacando secuelas como quien reparte caramelos en Halloween. Pero también sirvieron para que el público se familiarizara con las reglas del género… justo a tiempo para que llegaran películas como Scream (1996) a romperlas con gracia.

Fotograma de The Ring

El cambio de milenio: nuevas fórmulas para asustar

Los 2000 llegaron con nuevas formas de asustar. El terror asiático cruzó el Pacífico con The Ring (2002) y The Grudge (2004), recordándonos que los fantasmas de pelo largo no son solo cosa de salones de peluquería.

También vivimos la era del found footage, con El proyecto de la Bruja de Blair (1999) y Paranormal Activity (2007) llevando el susto casero a otro nivel. Ya no hacía falta música orquestal ni efectos especiales: bastaba con una cámara temblorosa y un ruido en la oscuridad para que nos abrazáramos al cojín.

El terror elevado y el nuevo renacer del género

En los últimos años, el llamado “terror elevado” ha tomado el protagonismo. Sí, ese que algunos critican por no tener suficientes sustos, pero que ha traído propuestas visual y temáticamente potentes. Productoras como A24 nos han dado obras como Hereditary, The Witch o Midsommar, donde el horror no viene tanto de un monstruo, sino del trauma, la pérdida o la incomodidad social. Vamos, el terror de hacerse adulto.

Al mismo tiempo, cineastas como Jordan Peele han introducido el componente social en el género, con películas como Déjame salir (2017) o Nosotros (2019), que combinan crítica y tensión en partes iguales. Porque ahora el miedo también habla de racismo, desigualdad y… de lo incómodo que es conocer a los suegros.

Fotograma de VHS

¿Qué nos asusta ahora? Tendencias actuales y futuro del terror

Hoy, el terror se adapta a los nuevos tiempos. Los miedos han cambiado: la tecnología, la vigilancia constante, la IA que escribe artículos o la soledad urbana son ahora terreno fértil para nuevas pesadillas.

También asistimos a un auge de antologías como Black Mirror o V/H/S, que permiten experimentar con distintos formatos y estilos. Incluso se exploran nuevas formas narrativas en videojuegos o experiencias inmersivas, donde el espectador deja de ser pasivo para convertirse en cómplice (o víctima).

¿El futuro? Posiblemente híbrido, interactivo y más cerebral. Aunque seguro que seguiremos gritando por culpa de una niña de pelo largo en un pasillo oscuro.

Conclusión

El cine de terror ha sabido mutar, adaptarse y renacer tantas veces como uno de sus propios villanos. Desde los castillos góticos hasta los traumas familiares filmados con gran angular, el miedo siempre encuentra una nueva forma de colarse en nuestras vidas. Y tú, lector cinéfago, ¿con qué etapa del terror te quedas? ¿Te dan más miedo los fantasmas o la declaración de la renta?

Déjalo en comentarios, y si te ha gustado este viaje recorriendo la evolución del cine de terror, no olvides compartirlo… o el espíritu de Freddy vendrá a por ti esta noche.

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