El gabinete del doctor Caligari
En 2020 se cumplen 100 años del estreno de la icónica película El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920), considerada precursora del expresionismo alemán que tendría a directores como F. W. Murnau (Nosferatu) o Fritz Lang (Metrópolis) como sus más populares referentes.
Como ocurre con casi cualquier expresión artística, el cine no puede desligarse del contexto histórico, social y político al que pertenece. Ya sea como consecuencia lógica o como reacción en contra del mismo, lo normal es que una película no exista como un ente independiente del tiempo y/o el lugar que la ha visto nacer. En el caso de El gabinete del doctor Caligari, debemos ubicarnos en una Alemania que acaba de ser derrotada en la I Guerra Mundial, y a la que se le han impuesto severas condiciones económicas, territoriales y militares que provocarán una profunda crisis social. El espejismo de avances científicos, tecnológicos e industriales que marcaron la transición del siglo XIX al XX ya no puede ocultar por más tiempo la realidad de un presente habitado por las sombras de una guerra, y de un futuro que se adivina aún más oscuro. Ante esta situación, el hombre tiende a reaccionar de dos formas: evadiéndose y negando la realidad (esos locos años 20 que inundaron los clubs nocturnos de Europa de vodeviles, música, baile y alcohol), y aquellos que trataron de explicarla desde sus emociones, vivencias y sueños. Fue esta segunda vía la que dio lugar a los movimientos artísticos de vanguardia, como el surrealismo y el expresionismo.
El gabinete del doctor Caligari está estructurada en seis actos, divididos con su correspondiente intertítulo. Tal estructura no corresponde al guión original de Carl Mayer y Hans Janowitz, quienes habían concebido una historia alegórica sobre el control que el gobierno puede ejercer sobre los ciudadanos, inspirada en una serie de asesinatos en serie ocurridos en Hamburgo. Al parecer, fue el propio Robert Wiene quien, en un arranque de genialidad y presionado por la productora y las autoridades, se marcó un Nolan (dícese popularmente de la tendencia de este director a explicar sus tramas con detalle) y añadió un pequeño prólogo y un acto final que cambia por completo la concepción del filme y ofrece una interpretación más del gusto del público de la época. Curiosamente, las modificaciones realizadas por Wiene sobre el guión de Mayer y Janowits suponen un plot-twist de lo más innovador, y sobre todo, proporcionan sentido y coherencia a la estética de la película.
En la escena inicial, el joven Francis (Frederich Freher) conversa con un anciano acerca de los terribles hechos que vivió tiempo atrás,y que cambiaron su vida y la de su novia, Jane (Lil Dagover), para siempre. Su tragedia se inicia con la llegada del doctor Caligari (Werner Krauss) y su sonámbulo Cesare (Conrad Veidt) a la feria de la ciudad. Al mismo tiempo, una serie de horrendos crímenes tienen lugar y nuestro protagonista se verá impelido a tratar de encontrar al verdadero responsable.
Indudablemente, El gabinete del doctor Caligari destaca por su propuesta a nivel técnico. Si bien fue rodada en blanco y negro, fue tintada para su proyección (en Filmin podréis encontrar una versión restaurada en alta calidad) utilizando tonos sepia y anaranjados para representar los entornos diurnos y los interiores iluminados, verdes para los nocturnos y los intertítulos, y rojizos para proporcionar intensidad a alguna que otra escena.
Pero lo más llamativo de la propuesta de Wiene es la escenografía, realizada a partir de papel y madera pintada. En una época en la que el cine bebe todavía de las fuentes del teatro, no es extraño que se recurra a los mismos materiales usados tradicionalmente para construir decorados. Sin embargo, es el diseño de estos escenarios los que causan extrañeza en el espectador. La ciudad se puebla de ángulos imposibles, líneas oblicuas y espacios asimétricos que crean una atmósfera opresiva e irreal. Los encargados de pintar los escenarios, Walter Reimann y Walter Böhrig, se inspiraron en el cubismo para reproducir efectos de luces y sombras alejados diametralmente de cualquier iluminación de tipo tradicional. De alguna forma, consiguieron crear la sensación de que los personajes habitan dentro de algún cuadro de Picasso o Braque.
Cabe destacar también el trabajo en el maquillaje y caracterización de los actores, que huye también de lo natural para convertir a los personajes en fantasmas (como Jane) o monstruos (como Caligari o Cesare). El rostro pálido y los ojos ensombrecidos del sonámbulo, así como su lenguaje corporal, servirá incluso de inspiración para los primeros zombis de la historia del cine poco más de una decada después.
Resulta innegable la influencia de El gabinete del doctor Caligari en el cine inmediatamente posterior (las ya citadas Nosferatu, Metrópolis y así como M, el vampiro de Düsseldorf). Sin embargo, el espectador actual encontrará paralelismos con Doce monos (Terry Gillian, 1995) y Shutter Island (Martin Scorsese, 2010) o con el imaginario de los filmes de Tim Burton, especialmente Eduardo Manostijeras, Pesadilla antes de Navidad y La novia cadáver.
Por su duración (poco más de una hora), lo bizarro de su propuesta y lo reconocible de su influencia, se trata de una película de visionado muy recomendable para aquell@s que quieren empezar a conocer el cine mudo.