Causeway
Con el auge de las plataformas de contenido, resulta imposible abarcar todo el material de estreno. Si a esta limitación de poco tiempo y mucho contenido se le suma el factor de la generalmente nula promoción de estrenos por parte de las propias plataformas, la mayoría de su contenido pasa sin pena ni gloria por el catálogo y queda relegada al olvido con la misma rapidez de un parpadeo. Se suele decir que casos con los de Netflix y Amazon Prime son conocidos por esta práctica, pero si hablamos de Apple el asunto es incluso peor, pues a pesar de contar con proyectos interesantes resulta difícil ver al público generar conversación en torno a ellos. Y en ocasiones como la de hoy, se agradece que los Oscars con su nominación le hayan dado un poco de visibilidad a una película que ciertamente había pasado desapercibida.
Lynsey es una soldado estadounidense que ha vuelto a su hogar en Nueva Orleans tras sufrir un grave accidente en Afganistán que le ha dejado secuelas en forma de daño cerebral. Lyndsey trata con dificultad de adaptarse a su nueva vida y de sobrellevar sus daños sin mucho éxito hasta que conoce a James, con quien formará un inesperado vínculo.
Nada más empezar la cinta y vislumbrar entre los logos el de A24, si uno ya es veterano en el tipo de filmografía de dicha productora puede hacerse una ligera idea de lo que va a encontrar. Un filme sencillo, tal vez de ritmo pausado centrado al 100% en sus personajes y en poner el foco sobre sutilezas. Y si bien cierto que la ópera prima de Lila Neugerbauer cumple con esas características y se podría englobar dentro de la categoría de cine independiente y de autor, en el fondo resulta muy accesible para todo tipo de público al contrario que otras de las películas de la productora, donde tal vez su referente más directo sea En tierra hostil por el tratamiento psicológico tan brutal que hacía sobre los efectos de la guerra y de la conciliación con la vida más mundana una vez el soldado se había alejado del terreno militar o la filmografía de Sean Baker por el uso tan naturalista de las calles y los grandes espacios, por lo que el resultado final se puede asemejar más al cine adulto independiente clásico en el mejor sentido de la palabra que a una rareza hecha para un segmento muy particular de la audiencia.
Pero al contrario de la laureada película de Kathryn Bigelow, la cinta está más interesada en contar los detalles del día a día que en hablar propiamente de la guerra, resultando finalmente en un retrato muy intimista sobre dos personajes, dos almas muy dañadas por diferentes circunstancias de la vida, que tan solo se conocen en el lugar adecuado en el momento adecuado y que por compartir un dolor o una carga semejante es muy fácil establecer una conexión. Ciertamente, algunos de los momentos más sobrecogedores tienen que ver con retratos vívidos de la guerra (que aunque sea más por sugestión funcionan de manera muy adecuada para su cometido) o donde los personajes de Lynsey y James hablan de sus respectivos traumas, abriéndose en canal de manera sutil pero efectiva, especialmente en el caso de Lynsey, donde resulta doloroso ver su nueva realidad y sus problemas familiares. No seré yo quien niegue que una historia como esta se ha visto plasmada en pantalla infinidad de veces, pero como reza el dicho, si algo no está roto no lo arregles.
Dejando a un lado lo estimulante que pueda llegar a ser la exploración de las consecuencias de la guerra o el sufrimiento invisible que rodea a cada personaje, la mejor baza de la cinta es la química que se genera en torno a sus dos actores principales y como va jugando con ella a lo largo del metraje, de manera muy delicada y a la vez inevitable. Y evidentemente esa química no sería posible de no ser por sus dos actores. Jennifer Lawrence funciona mejor cuando es más sutil y sabe trasmitir todas sus inquietudes y su introspección, y lo mismo se aplica a Brian Tyree Henry, quien es capaz de darle la réplica justa y necesaria aportando el punto necesario de vulnerabilidad y siendo la otra cara de la moneda en ese perpetuo duelo de almas en pena.
En líneas generales, la película da exactamente lo que se puede esperar de ella con una nota muy alta gracias al compromiso de sus dos actores principales y al mimo que la pone a los pequeños detalles, aquellos que al final sostienen la cinta por sí sola y la llevan a muy buen puerto.