Aitor Echevarría realiza su debut cinematográfico en la gran pantalla con Desmontando un elefante.
Marga, una arquitecta de éxito, regresa a casa tras haber pasado dos meses internada en un centro de rehabilitación por un problema de adicción con el que su familia convivió en silencio durante años. Tras su llegada, Marga intentará rehacer su vida anterior mientras su hija menor Blanca , verá cómo la atención que vuelca sobre su madre afecta tanto a sus relaciones como a su sueño de ser bailarina profesional. Un año después, «el elefante» sigue tan enorme como siempre. Aunque por lo menos, ahora, todos pueden verlo.
Hablar de enfermedades en el cine siempre resulta complicado, no se trata solo de dar visibilidad y crear conciencia, sino también de romper estigmas. En el caso de Desmontando un elefante tenemos a una mujer alcohólica que intenta recuperarse pero al mismo tiempo los que la rodean tienen que sobreponerse a esa situación.
Sin duda es una película que se apega más a mostrar el mundo interno de Marga que ha inclinarse hacia lo catártico, hacia el llanto, hacia el dolor graficado. Quizás ahí está el defecto de Desmontando a un elefante y por el cual no termino de conectar con ella.
Afortunadamente Emma Suárez es un camaleón, ella es la película, su Marga es quien lleva el ritmo y el peso de la trama, incluso pudiera no compartir escena con ningún actor que aun así siempre esta inmensa. Natalia de Molina en el rol de su hija, tiene pocas escenas, apenas diálogos y aunque no es de mis favoritas encaja como la hija sacrificada que necesita también ayuda.
No es un desastre, creo que como director en el futuro Aitor Echevarría tiene cosas que contar, pero no es la película sobre enfermedad que terminas devastado ni con reflexiones existenciales.