Después de la Tormenta
Después de estar presente en festivales como Cannes o San Sebastián, este fin de semana llega a las pantallas españolas la nueva cinta del director japonés Kore-eda Hirokazu.
Ryota no pasa por el mejor momento de su vida. Actualmente trabaja en una agencia como detective privado e intenta ganar más dinero apostando en carreras, todo ello con el objetivo de poder pagar la parte que le corresponde a su hijo pequeño al estar divorciado. Nada que ver con aquellos días en los que era novelista. Sin embargo, después de que su padre fallezca, Ryota se planteara cambiar su modo de vida. Y el destino le tiene guardada una sorpresa cuando irrumpa un gran tifón y toda la familia se vea obligada a refugiarse en casa de la madre de Ryota.
Debo admitir de antemano que no estaba familiarizada con los trabajos anteriores del director. Tras ver esta película, no será la última de él que vea ni mucho menos. Esa facilidad que tiene para contar una historia tan sencilla pero que al mismo tiempo puede conectar con gran parte del público que haya visto sus sueños frustrados o que no esté del todo satisfecha con su situación actual me ha maravillado. No dejan de ser personas corrientes en situaciones ordinarias, expuestas con gran naturalidad en los escenarios residenciales que logran trasmitir una melancolía tan asociada al protagonista o en los planos secuencia basados en conversaciones. Este último aspecto técnico contrasta con los largos planos detalle de actividades tan mundanas como servir un vaso de leche, contribuye a crear ese ambiente tan natural por medio se una sensibilidad que solo podía darse en el país Nipón.
Como he mencionado, el protagonista es Ryota. A lo largo de todo el film tiene sus matices dramáticos y sus momentos más puramente cómicos. Es muy fácil que el espectador pueda ponerse en sus zapatos. Pero si hay un personaje que destaca sobre el resto y logra robar la película es el de Yoshiko, es decir, la madre de Ryota y la abuela de su hijo y cuya actriz ha estado presente en toda la filmografía del director. Es un rayo de optimismo entre tanta desesperanza, lo que provoca los momentos más divertidos de toda la cinta.
Pero la cotidianidad también puede ser en ocasiones un defecto. Eso afecta constantemente al ritmo cinematográfico y que quizá no todas las historias de los personajes resulten igual de relevantes. También que quizá, esto muy en mi criterio personal, hubiese preferido un final bastante más cerrado. El que tiene es muy coherente con todo el tono establecido, pero no me deja sensación de final, más bien sensación de “la vida sigue su curso”.
Por lo general, si os gusta el cine más independiente que no provenga necesariamente de Estados Unidos y que os deje con buenas sensaciones, no dudéis en echarle un vistazo.