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Días extraños

Si bien en los últimos años la filmografía de Kathryn Bigelow ha tirado más hacia el género bélico hasta el punto de que algunos la hayan acusado de ser directamente propaganda del Ejército estadounidense, lo cierto es que si uno echa la vista atrás verá que la directora tiene películas muy notables de diferentes géneros a sus espaldas. Y en un pequeño ejercicio de indagación, la película de hoy por su planteamiento me llamó especialmente la atención. Os hablo de Días extraños.

En vísperas de Año Nuevo de 1999, Lenny Nero, un ex policía de antivicio en Los Angeles se dedica a venderle a diferentes clientes unas cintas cuyo contenido se extrae directamente del córtex cerebral y que al reproducirlas las sensaciones son increíblemente vívidas. Con todo el alboroto que hay en las calles debido a la llegada del nuevo milenio, Lenny recibe la cinta de una amiga suya que era prostituta y que fue brutalmente asesinada. Lenny está dispuesto a descubrir al asesino, solo que su camino le llevará por lugares muy sombríos y más cercanos a él de lo que podía haber imaginado.

Independiente del género en el que se encuadren las cintas de Bigelow, el foco que pone siempre sobre la sociedad norteamericana o ciertos sectores de esta es incuestionable y aquí no es la excepción. Mientras que en los años 80 era Nueva York una ciudad extremadamente peligrosa, en los 90 ese título infame pasa a Los Angeles donde cobran especial importancia las disputas raciales, la brutalidad policial y el auge de la prostitución, algo de lo que la película es consciente y que forma parte del gran engranaje que mueve a los personajes. Y al estar situada en un contexto tan particular como eran los últimos días del siglo XX, toda la paranoia de la gente ante un cambio temporal llevada al extremo es palpable en todos los rincones, desde las más anchas avenidas abarrotadas de gente a los callejones más recónditos de la ciudad californiana, una sensación que se ve acrecentada por el montaje tan frenético en las secuencias donde predomina la acción y una banda sonora donde el rock más agresivo y también el más melancólico es el principal protagonista.

Con una ambientación decadente donde la tensión se puede cortar con un cuchillo, que entren en juego aparatos de ciencia ficción no hace más que darle un carácter más cyberpunk al conjunto. Y aunque el contexto es indudablemente noventero, todo el tema de la realidad virtual, el escapismo que supone a un mundo “real” que se resquebraja a cada instante que pasa, la adicción que puede suponer la preferencia de esas cintas por encima de todo y el lado más oscuro del contenido hacen que el aparato parezca algo sacado de una trama de Black Mirror (aunque esta sea posterior) y que sus connotaciones sigan vigentes en la actualidad. Y es que si uno lo piensa fríamente, esa paranoia del nuevo milenio ha desaparecido, solo que por desgracia en la calle de cualquier país se pueden ver los mismos problemas de brutalidad policial, la clara desventaja que tienen las personas no blancas en la sociedad y la violencia sistémica que sufren las mujeres, por lo que la cinta por mucho que tenga un aire retro futurista trata ciertos aspectos que siguen con la misma vigencia hoy en día.

Días extraños

Sin embargo, la película abre tantos frentes coqueteando con la ciencia ficción que resulta frustrante que haya tenido que emplear tanto metraje previo hasta que establece con claridad las dinámicas y lazos de personajes y más hasta que llega al detonante, donde sigue el camino de un thriller trepidante que escarba más la superficie de la sociedad; el ritmo, fruto de las intrigas que se van cociendo y las escenas de acción tan bien construidas, pega un subidón considerable y al final la historia acaba llegando a un puerto tan coherente como sorprendente, por mucho que nuevamente el clímax se sienta alargado de más.

En cuanto a los actores, hay un trio protagonista bastante claro que son los que cargan con el peso del filme a sus espaldas. Ralph Fiennes como Lenny puede resultar el personaje más cercano al estereotipo de policía retirado por saltarse las normas y que tiene que buscarse la vida como puede pero que en el fondo su tarea no es otra que la de ejercer como ojos del espectador ante las situaciones que se van a desarrollar, Juliette Lewis encaja muy bien como Faith, una chica que podría ser vulnerable y maltratada por todo lo que la rodea pero que de forma inteligente sabe abrirse su buen hueco entre toda la podredumbre y Angela Bassett y su Mace es el personaje sensato entre tanto caos que aun así tampoco duda en pelear con unas y dientes si la situación lo requiere.

En resumen, se trata de una película quizá con mejores intenciones que resultados, aunque dichas intenciones sean muy llamativas y logren en gran parte sacar el conjunto a flote.

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