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El sótano del miedo

Es curioso como poco importa lo que haga uno, poco importa el bagaje que lleve a cuestas, que cuanto más ahonda en el apartado audiovisual más va descubriendo influencias directas o indirectas en películas o series que se han dado de forma posterior. Resulta más sorprendente cuanto esa influencia viene de parte de algo que no es especialmente conocido, pero una vez visto no se pueden negar las similitudes. En el caso de hoy pese a retrotraerme a uno de los nombres más conocidos e influyentes en el terror del pasado siglo como es Wes Craven, he llegado a él por influencias posteriores.

Debido a la enfermedad que padece su madre y a los inexistentes recursos económicos que posee su familia, un desesperado muchacho de un barrio marginal de Los Ángeles se ve obligado a allanar una vivienda que aparentemente encierra riquezas, una recompensa que vale la pena con tal de evitar el desahucio de su familia. Sin embargo, lo que parecía un golpe fácil no tardará en volverse una pesadilla surrealista debido a la naturaleza de aquellos que viven dentro de la casa.

Uno no se gana la etiqueta de maestro del terror fácilmente. Y en el caso de Wes Craven no solo su nombre debe tenerse en consideración por haber creado algunos de los personajes de terror más icónicos del género, sino porque en gran parte de su filmografía a la par que sabia estremecer a los espectadores también sabía plasmar perfectamente la realidad social del momento tanto con sus villanos más conocidos como en sus obras menores. Evidentemente, la película de hoy no es una excepción a la regla, pues desde el primer minuto en el que se nos presenta al personaje protagonista y su entorno menos favorecido podemos darnos cuenta de la gravedad del asunto. Las cartas se muestran tímidamente sobre la mesa con más rapidez de la que cabria esperar al tratarse de una historia de terror, pero es un buen aperitivo sobre lo que está por llegar y pilla al espectador desprevenido ante el horror.

Y es que sin entrar en muchos spoilers sobre la cinta, no es de extrañar que filmes más notables y contemporáneos como No respires, Barbarian o Cobweb hayan tomado este ejemplo como referencia para su desarrollo, no solo por el juego que da la infiltración en una casa y descubrir que lo que habita dentro de sus paredes es mucho peor de lo que uno podría haber imaginado, sino por la capacidad de hacer critica social que da ese terrible hecho. Si el joven protagonista de barrio marginal no estuviese en una situación de vida o muerte por ayudar a su familia a evitar un mal mayor no estaría ahí en primer lugar. Pero esto no es un problema exclusivo de él, sino de gran parte de su barrio, donde la gente se ve obligada a vivir en unas condiciones infrahumanas con tal de tener un techo sobre sus cabezas pagando precios exorbitantes para que, de la noche a la mañana, el casero pueda decidir ponerlos de patitas en la calle. Y para ese casero avaricioso es fácil encontrar un reemplazo en el piso, pues quién no se muerte por tener una vivienda. Un problema que por desgracia no se limita solo al cine de terror, ni al más dramático, ni siquiera a los años 90, sino que es la triste realidad de mucha gente hoy en día.

El sótano del miedo

A la hora de seguir con el juego de las referencias, también es bastante sencillo establecer los paralelismos con La matanza de Texas a nivel de crítica social y como elementos de terror una vez se tiene el primer vistazo a los habitantes de la casa. Poco importa que sean unos burdos estereotipos y que tanto Everett McGill como Wendy Robie estén maravillosamente pasadísimos de vuelta en sus papeles representando la peor cara de una grupo de gente enclaustrada en su propio submundo familiar donde han perdido cualquier clase de contacto con la realidad, donde les da absolutamente igual a quien llevarse por delante con tal de que se adecue a su visión del mundo y que esa desconexión con el mundo exterior les ha llevado a convertirse en unas criaturas despiadadas, cargadas de ira y sedientas de sangre.

Por supuesto, el contenido no estaría completo si no se hiciera alusión a que a pesar de la sátira y los estereotipos, caricaturescos pero no por ello menos ciertos, a la comedia que lo envuelve todo. Porque sí, es innegable la premisa de suspense y terror sobre la que se desarrolla la película, solo que al final del día tiene ese aire de no estar tomándose en serio a sí misma donde la comedia es la gran protagonista debido a lo absurdo de las situaciones, a las sobreactuadísimas interpretaciones de los dos antagonistas y por la resolución final del conflicto principal, mucho más en consonancia con una comedia hecha en los años 90 que con un filme de terror al uso. Sin embargo, pese a que la mezcla puede descarrilar en cualquier instante, la película se las arregla para ser un entretenimiento dignísimo ofreciendo algún que otro sobresalto y muchas carcajadas.

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