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Barbarian - Crítica de la película

Con toda la avalancha de estrenos semanales que hay tanto en los cines como en las diferentes plataformas es normal que se ponga empeño en anunciar ciertos proyectos y que las ansias y las expectativas vayan siendo mayores conforme se acerca la fecha indicada. Sin embargo, de vez en cuando casi de la nada surge alguna cosa interesante capaz de poner patas arriba cualquier preconcepción existente, sacudir por completo a todos aquellos que la vean y demostrar que se puede seguir sorprendiendo con muy pocos recursos. La película de la que vengo a hablar hoy es buena prueba de ello. Os hablo de Barbarian.

Tess viaja a Detroit para una entrevista de trabajo, por lo que alquila una casa para pasar la noche allí. Su periplo empieza mal cuando descubre que el sitio que tenía alquilado ya tiene otro inquilino. Sin embargo, Tess decide pasar la noche allí y no tardará en descubrir que hay algo más temible en la casa que su misterioso compañero.

Posiblemente desde el estreno de La cabaña en el bosque ninguna otra película de terror se había tomado tan en serio el objetivo de que cuanto menos se sepa de ella, mucho mejor para la futura experiencia, pues a medida que se van desgranando capas todo el entramado se revela como una locura que ni el más avispado podría haber imaginado. Su comienzo inmediatamente contiene gran tensión por una situación ya de por sí incómoda que hace que la imaginación se dispare hacia varios escenarios posibles, todos ellos por supuesto terroríficos, jugando con los lugares conocidos del terror en un crecendo vertiginoso y modélico que agarra al espectador desde el primer fotograma por el cuello con fuerza, lo obliga a coger aire y a retenerlo hasta los primeros 45 minutos, resultando en un viaje que pone los pelos de punta debido a la sugestión y al trabajo realizado con la tensión.

Y a raíz de ese juego con las expectativas en lo que concierne al terror y en lo que podría a simple vista ser otra historia más, llega Zach Cregger para, a partir de la marca señalada, romper con todo lo establecido y volverse completamente loco, arrastrando al espectador a un juego mucho más macabro que se siente como un descenso a los infiernos donde todo es posible. El director sigue agarrando al público del cogote con firmeza, obligando a mirar a lo más profundo del abismo pese al pequeño desconcierto inicial. Dicha ruptura puede suponer un punto de quiebre del que no hay posibilidad de retorno para algunos espectadores, pero tan solo se trata de una pequeña pausa en el camino para volver a encarrilarse con más fuerza si cabe y seguir desentrañando los horrores iniciales para un segundo y tercer acto donde todo se desata por completo. No es del todo descabellado establecer comparativas con la reciente Maligno, donde su tercer acto terminaba por levantar o tumbar toda la película gracias al absoluto desenfreno y a la particular visión de un director 100% seguro de llevarlo todo al límite, pero la principal diferencia entre ambas cintas radica en que, mientras el filme de James Wan llegaba un momento en el que ese desenfreno era pura comicidad intencionada, en este caso por mucho que haya elementos rupturistas que puedan prestarse a alguna carcajada nerviosa, el pulso y el tono sigue siendo muy serio.

Barbarian

Aparte del impresionante logro de crear algo llamativo, la capacidad de sorprender que puede encapsularse dentro del terror, que sabe crear una atmósfera tensa como pocas entre las cuatro paredes de una misteriosa casa alquilada y que acaba volviéndose una pesadilla claustrofóbica no apta para sensibles, resulta muy loable el sutil comentario social que permea toda la película. El hecho de que la acción se sitúe en Detroit no es casualidad, un lugar que es una auténtica ciudad fantasma, una jungla en el sentido más primitivo de la palabra, un sitio que con un simple vistazo como el que da Tess una vez es consciente de su entorno, queda patente que cualquier horror mundano es más escalofriante que todo tipo de monstruos creados por la psique humana y que sus entrañas solo albergan terrores, similar a lo que acontecía en No respires con la misma ciudad de fondo y con un descenso literal y metafórico a los infiernos de dicha urbe.

Y si bien los grandes atractivos de la cinta son su dirección y su guion que saben guiar al espectador exactamente como Cregger quiere, es admirable el trabajo de Georgina Campbell y de Justin Long con sus interpretaciones, no tanto por los personajes en sí como por la capacidad de tirarse a la piscina con un proyecto de semejante calibre, abrazarlo por completo sin cuestionarlo, ser perfectamente conscientes del tono general que debe mantener la película y coger de la mano al público para que se adentre con ellos en un viaje perverso hacia la locura.

En líneas generales y haciendo un chiste muy malo, se trata de una barbaridad de película, de una experiencia muy potente tanto para los más veteranos seguidores del terror como para todos aquellos que simplemente quieran dejarse llevar por un viaje que no les dejará indiferentes.

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