Muerte, muerte, muerte
El estudio A24 se ha convertido en una de las casas productoras más interesantes del cine norteamericano de los últimos años. Sus cintas tienen una fuerte influencia de la nueva ola hollywoodense de los años 70, con la libertad del mejor cine independiente y han acogido a varios directores jóvenes que tienen un estilo propio. En el género del terror nos han dado títulos como las notables Hereditary (2018) y Midsommar (2019) ambas de Ari Aster, y más recientemente las sangrientas Pearl (2022) y X (2022) de Ti West, aunque probablemente su mejor título en este género sea The Witch (2016) de Robert Eggers. Hoy os hablo de Muerte, muerte, muerte.
Bodies, bodies, bodies (2022) es una cinta de terror con tonos de comedia negra y disfrazada de película juvenil. La trama gira en torno a un grupo de amigos que se reúnen en la mansión de uno de ellos mientras hay una terrible tormenta en la zona. Los personajes son una tribu de adinerados, engreídos y malcriados miembros de la generación Z. El guion se encarga en establecer estas características desde un inicio, donde la dependencia a los celulares está tan definida como la intensidad emocional de estos jóvenes que simplemente están reunidos para drogarse y beber juntos mientras la naturaleza hace lo suyo en el mundo. Esa desconexión de la realidad está perfectamente dibujada y el nivel de toxicidad de estas relaciones puede respirarse a través de la pantalla.
Sophie y Bee son la pareja principal dentro del grupo. Sabemos poco de ambas, solo que están en una relación apasionada y que es la primera vez que Bee será presentada al grupo de amigos de Sophie. Bee, quien evidentemente no pertenece al círculo social de Sophie, siempre es vista como una extraña. Su presencia es la que rompe con la seguridad del grupo y esas fracturas empiezan a mostrar su peor rostro cuando la desgracia llega a la fiesta y la muerte aparece como un invitado que se ve llevando personaje tras personaje.
Muerte, muerte, muerte es el nombre de un juego que el grupo está acostumbrado a hacer para divertirse. Sin embargo, en esta oportunidad alcanza a la realidad y todos se convierten en sospechosos de la cadena de sangre que se desata. La película, dirigida por Halina Reijn, es entretenida y mantiene un buen ritmo de emoción necesario para una cinta de género. El reparto actoral en su conjunto logra concentrar esa sensación de egoísmo, autoprotección y completa estupidez que se presentan en estas circunstancias. Ver encerrados a un grupo de niños y niñas privilegiados, mientras se matan entre ellos, es un placer innegable.
Es por ello que uno esperaría que la cinta vaya un poco más y que apueste por ese desarrollo psicológico que tienen algunos de los títulos de A24. Eso no ocurre y por el contrario hacia el final de la narración, el juego de gatos y ratones se torna algo repetitivo e intenso. La oportunidad de terminar de explotar a los personajes que sobreviven se pierde y hay una sensación de facilismo que se recupera, en algo, con la escena final.