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Reseña de la película Los tres mosqueteros: D'Artagnan

“Si no puedo enseñarte cómo vivir, te enseñaré cómo morir” tengo claro que si hubiera vivido en la época en la que los tres mosqueteros defendían el honor de Francia, me habría batido en duelo cada cinco minutos. Esa clase, ese estilo de antaño se ha perdido. Ya no existen caballeros como los de antes que se giren en una escalera y te reten a un duelo al alba. El honor, la clase, morir por los ideales ya no tiene ningún sentido.

Excepto para D’Artagnan, interpretado por François Civil un joven descarado y arrogante que se dirige a París para cumplir su sueño: seguir los pasos de su padre y formar parte de los mosqueteros. En el camino se cruza con un intento de secuestro y trata de ayudar a la joven sin saber que se está metiendo en medio de una intriga que sacudirá el corazón de Francia. En París conoce a Athos (Vincent Cassel), Porthos (Pio Marmaï) y Aramis (Romain Duris), los tres valientes mosqueteros del rey (Louis Garrel) que lo terminan acogiendo bajo sus alas para enseñarle como funciona el mundo. En medio de todo, el malvado cardenal Richelieu y la perversa Milady de Winter interpretada por una Eva Green sublime, bueno…es que es ella. No necesita más carta de presentación.

En esta época en la que todo vale y nada perdura el tiempo es un grano de arena que se nos pierde en un universo de hiperconectividad y likes, como una lágrima bajo la más fuerte tormenta. Desconectar ¡dos horas! Del mundo digital ¿y si me pierdo algo importante? FOMO de todo, de la vida en general. Verás que entro en el cine y me pierdo algo importante. Ayer tuiteaba una foto con palomitas y el cartel de fondo en el preestreno de esta película y me perdí unos segundos de la secuencia de apertura. Qué vergüenza…esa gente que no puede soltar el móvil ni un minuto. Lo apagué en seguida, no os preocupéis, es que no hubo trailers y el inicio me pilló desprevenida. Pero pensé mucho en eso, en como hemos perdido la capacidad de atención, de concentrarnos en lo que vemos en la pantalla. De perdernos en historias que han creado con un único objetivo: que durante unas horas olvides el mundo.

Crecí con los dibujos de los 80 y cuando escucho el nombre de D’Artagnan en mi cabeza suena “Eran uno, dos y tres, los famosos mosqueperros. El pequeño D´Artacan siempre va con ellos” nos sabemos su historia. Se ha contado mil veces y debo decir que acudí al preestreno con unas expectativas muy bajas esperando un telefilme de peli de tarde de Antena 3 y tuve que tragarme mis palabras. Martin Bourboulon dirige esta coproducción Francia-Alemania-España llena de aventuras, giros, dramas y amoríos de época. Los personajes son divertidos y tienen características que los hacen especiales. Con pequeños guiños de modernidad que se incluyen sin más, con naturalidad. Me recuerda a las pelis que veíamos de pequeños. Tiene algo de antaño que te atrapa.

La película es divertida aunque falla en querer contar muchas cosas y muy rápido. Me molestó mucho los giros de cámara que buscan dotarla de velocidad pero al espectador le causan mareo. Para un rato están bien, no hay que abusar. Eso sí, la fotografía es preciosa y el guion tiene algunos puntos irónicos que te hacen soltar una risa maléfica que rebaja la intensidad del drama o lo empalagoso de las declaraciones de amor verdadero.

El cine se inventó para que la gente tuviera un lugar donde evadirse de las preocupaciones del día a día. Y así dejar que durante dos horas los problemas de Athos sean más importantes que los tuyos y tu prioridad sea que los demás mosqueteros lo ayuden, porque “uno para todos y todos para una”. Algunas cosas nunca pasan de moda.

La nota de filmfilicos
Autor/a
(AKA )
Autobiografía: Zulay Montero estudió Periodismo por culpa de su libro favorito de pequeña: Sheila la Magnifica, en el que una niña creativa (y un poquito mentirosa) montaba un periódico durante un campamento de verano. Con el tiempo, la realidad de los medios de comunicación fue rompiendo sus sueños hasta hacerla caer en el lado oscuro de la publicidad. Ahora está de vuelta, retomando su pasión y dejando salir su auténtica voz: irónica, cruel y satírica, esa que se escondía tras la máscara de pretendida cordura que construyó para encajar. También es fan de cantar mal por la calle, estudiar filosofía para que su vida sea aún más absurda y trabajar en marketing mientras monta una ONG de comunicación solidaria. Pura contradicción e hipocresía. Frase: "Tonterías. Solo lo dices porque nadie lo ha hecho nunca" - La princesa prometida

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