X (2022)
La relación entre el sexo y la violencia es tan antigua como el mismo tiempo. Ambas pulsiones están presentes dentro de cada ser humano y el cine ha sido un gran medio a la hora de combinar de mil maneras diferentes la simbiosis que existe entre las dos fuerzas. Tal vez donde más visible es esta armonía sea en el cine de terror, un género donde esta idea ha cobrado especial fuerza tanto para confirmarla como Shakespeare enunciaba que “Los placeres violentos poseen finales violentos” como para hacer algo mucho más rupturista. El caso de hoy es algo más particular en cuanto a su tratamiento de dichas pulsiones. Os hablo de X (2022).
En 1979, un grupo de jóvenes de dispone a hacer una película para adultos en una recóndita granja en Texas. Pero lo que parecía una tarea sencilla no tardará en complicarse cuando los dueños de la granja, una solitaria pareja de ancianos, la tomen con ellos.
Si con la sinopsis la idea no terminaba de quedar lo suficientemente clara, con el primer fotograma queda patente que una de las mayores influencias de la cinta no es otra que La matanza de Texas, desde una ambientación parecida en las áreas más rurales del estado, una época similar y una radiografía a la sociedad del momento. Este último punto estaba muy presente en el filme de Tobe Hooper y aquí nuevamente es clave para el desarrollo de la historia, pues supone un interesante punto choque entre la gente de ciudad y la gente rural, las diferencias generacionales entre los más jóvenes y los ancianos o las aspiraciones vitales de unos y otros, así como la naturalidad que supone el seguimiento de predicadores a través de medios como la televisión, unos temas que aunque tengan lugar hace varias décadas siguen vigentes en la actualidad. Pero Ti West no se limita a plasmar el estilo ni la narración de Hooper en pantalla, sino que con la innegable inspiración consigue hacer una película que se la lleva a su terreno.
Esto supone que la cinta, con un ritmo muy moderado que no pausado, se tome su tiempo en esbozar a los personajes, sus personalidades, sus inquietudes y en definitiva, su forma de ver la vida. De este modo, se plantean reflexiones muy variopintas sobre el sexo y todo lo relacionado con él. La diferencia entre el deseo masculino y el femenino, hasta qué punto es un tema que resulta natural hablarlo, donde reside el nivel de contención y los límites de cada uno, si acaso el cine para adultos puede tener cierto componente artístico o es simple morbo o si es el propio deseo sexual va mermando con la edad. Y el gran punto positivo de las reflexiones es que no son condescendientes con el espectador, sino que le animan a qué él mismo también forme parte de este sano debate.
Pero el planteamiento no es solo una excusa para que Ti West se explaye con diálogos ingeniosos, pues va sembrando en pequeñas dosis elementos del suspense y del terror a través de una banda sonora que se amolda como un guante de forma diegética y extradiegética al tema principal así como un montaje milimétrico y muy inteligente a la hora de plantear cuestiones con unos más que acertados paralelismos, desdoblamientos de personajes y encabalgamientos sonoros. Más adelante todas esas semillas acabarán germinando. Y vaya que si lo hacen una vez se ha llegado al nudo, abrazando por completo un slasher tan clásico como disfrutable donde no faltan buenas raciones de sangre, muertes memorables, más referencias tanto directas como indirectas a archiconocidas películas de terror como Psicosis o El Resplandor y un cara a cara entre el sexo y la muerte que afirma y a la vez destruye las concepciones del género, en especial de los slashers, que se tienen sobre estas dos pulsiones que en el fondo son indivisibles.
Y aunque en el grupo de jóvenes que se adentran en este aislado territorio rural son los arquetípicos de un slasher, todos cumplen con notable alto en sus roles donde sobresalen dos en especial. Jenna Ortega, quien tras la última entrega de Scream y ahora aquí se convierte por derecho propio en una scream queen a tener en cuenta para todo, y Mia Goth (otra actriz que se mueve como pez en el agua en el terror) como Maxine, una chica en apariencia calmada aunque muy segura de sí misma y de sus deseos que resulta ser toda una caja de sorpresas, tanto que merece quedarse hasta los créditos y comprobar donde aparece su nombre.
En definitiva, se trata de un slasher que rinde homenaje a clásicos pero tiene la suficiente personalidad y mala baba que logra un resultado muy contemporáneo y maravillosamente ejecutado.