Dos en la carretera
Si buscamos directores que en sus películas mezclen romanticismo con comedia y lo amenicen con el género musical, hay que reconocer que la criba no va a ser eliminatoria en exceso. Pero de entre todos ellos hay uno que, si nos vamos hacia el cine clásico (etiqueta que en cuestión de tramas le podría venir algo estrecha), resalta por su cuantiosa producción fílmica y por su gran cosecha de éxitos. Cantando bajo la lluvia, Siete novias para siete hermanos, Charada, Un día en Nueva York, en resumen, una lista que contiene ciertamente una buen número de los éxitos que forman parte de la historia del cine. Su autor Stanley Donen.
Comedias frescas, ágiles y divertidas. Aventuras románticas nutridas por enredos diversos. Intriga, acción. Sus películas son atractivas, activas, dulces y nostálgicas con un cierto grado de realidad que corta las alas impidiendo, por suerte, que sus historias se conviertan en pasteles indigestos y edulcorados en exceso.
Entre todas sus producciones, excelentes la mayoría, hay una que sobresale algo por encima de las demás, en lo que a intensificación dramática se refiere. No queremos decir con eso que sea una historia de lágrimas y pañuelo, nada más lejos pero sí, una historia que sorprende por la crudeza, por el atrevimiento de poner sobre la mesa las cosas tal y como son, por la agudeza con que retrata algunos episodios de la vida de la pareja protagonista.
Dos en la carretera (1967) son Mark y Joanna, un matrimonio que no están pasando por su mejor momento sentimental. Durante un viaje de negocios revivirán sus momentos más felices y los más difíciles como pareja, sus ilusiones y decepciones. Ambos recorrerán el camino vital que les ha llevado al punto en el que se encuentran.
Audrey Hepburn y Albert Finney son la pareja protagonista. Con un imponente trabajo nos introducen en las vidas de sus personajes de un modo devastador. Con ellos reímos, con ellos lloramos, sufrimos y nos enfadamos. Gran parte de la fuerza de la película está en que todos, absolutamente todos, nos podemos identificar con el matrimonio Wallace, ya estemos solteros o casados, ya que lo que refleja la película no es tanto el matrimonio como la relación personal que entre ellos existe.
Dos en la carretera es un intenso viaje por la carretera del tiempo, ellos en coche, nosotros el público en flashbacks, desde la que se presencia un continuo ir y venir por la memoria de la pareja. Saltos temporales, que contrariamente a lo que pueda parecer, en lugar de ralentizar la historia le otorgan un gran dinamismo debido, sobretodo, a la perfección del montaje que casi actúa a modo de puerta dimensional que nos transporta de una década a otra, de un espacio a otro, de un sentimiento a otro.
Es en resumen una película que narra una historia que podría ser la historia de cualquiera de nosotros.