El dragón chiflado
En Filmfilicos seguimos con el ciclo de Cine de Walt Disney, pero esta vez toca separarme del orden cronológico que llevaba y vuelvo hacia atrás, al 1941, para hablaros de una película que me salté por no formar parte del canon oficial de películas de la famosa compañía: El dragón chiflado.
En la película se nos muestra como Robert Benchley (humorista, actor y crítico teatral) quiere vender los derechos del libro El dragón chiflado, de Kenneth Grahame, a Walt Disney para que éste haga una película. Y a partir de aquí empieza lo bueno, porqué este intento de venda de derechos es la excusa perfecta para que Benchley y todos los espectadores que vean el film descubran el fascinante mundo de Walt Disney, sus estudios, sus trabajadores, y muchísimos de los secretos que se esconden detrás de sus films.
El largometraje, acompañado muchas veces de fragmentos de las canciones de Blancanieves y los siete enanitos, el primer largometraje de Disney, contiene imágenes de acción real –en blanco y negro donde se nos muestran los estudios Disney y su gente trabajando- y de dibujos animados -éstos a color, donde vemos escenas de películas como Bambi, y cortometrajes como Baby Weems o Goofy’s How to Ride a Horse, un pequeño fragmento de Dumbo que se nos muestra en blanco y negro, y por supuesto, el cortometraje completo que se terminó haciendo de El dragón chiflado, la historia de un dragón de buen corazón que prefería cantar antes que matar-.
Entre el documental y la ficción, el largometraje es una ventana a la fantasía de los mundos de Walt Disney: cómo se doblaba (y quién lo hacía) la voz del Pato Donald, como se dibujaban (y en qué se basaban) los personajes principales cómo Pluto o Donald, como hacían los dibujos que después, uno a uno, cobrarían vida en la pantalla, la coloración de éstos, los modelos que seguían…
El dragón chiflado es, en definitiva, una película que va mucho más allá de entretener y una parada obligatoria a todo fan de Disney y del cine en general.