El mensajero del miedo
Uno de los miedos más extendidos en el ser humano es el de perder el control sobre la propia mente. Volverse loco o que nos hagan dudar de nuestra concepción de la realidad algo que se conoce como “luz de gas”, expresión que precisamente procede de la conocida película de George Cukor así como de las otras versiones realizadas, son terrenos que escapan al siempre deseado dominio de la situación por parte del ser humano.
John Frankenheimer fue un director que sabía como expresar dichos temores en sus películas, sobretodo en las que pertenecen a su trilogía de la paranoia, Plan diabólico (1966), Siete días de Mayo (1964) y la que será hoy objeto de nuestra reseña, El mensajero del miedo (1962).
El mayor Bennet Marco, combatiente en la Guerra de Corea sufre de unas recurrentes pesadillas que le hacen dudar del heroísmo del sargento Raymond Shaw. Decidido a investigar se verá envuelto en una historia de intrigas, conspiraciones políticas y asesinatos.
El mensajero del miedo se sitúa a medio camino entre las otras dos componentes de la trilogía. Si bien hay que decir que el punto álgido del juego con la mente humana es propiedad indiscutible de Plan diabólico, en la presente, la conspiración en la que se ve metido el protagonista no se queda atrás.
Pero no sólo el tema de la intriga psicológica es lo que resulta interesante en la película.Los espacios claustrofóbicos que nos ofrece el director, los movimientos de cámara y sobretodo los juegos de lentes, que muestran unas perspectivas colosales, resultan aspectos muy a tener en cuenta a la hora de valorar el grado de atracción que sentimos hacia la película.
No hay que olvidar tampoco el reparto, plagado de grandes y reputadas estrellas que no hacen más que acrecentar el placer que la obra de Frankenheimer nos ofrece. Frank Sinatra en el papel de Bennet Marco, Janet Leigh o Angela Lansbury, dando vida de un modo apabullante a una dominante y fría madre, son sólo algunos de los actores a destacar.
El mensajero del miedo es una película para saborear con tiempo, más de una vez, prestando atención al detalle, a la técnica y al trabajo realizado por cada uno de los actores.