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El reverendo - Crítica de la película - Oscars 2019

El mundo en el que nos encontramos inmersos buscando la forma de sobrellevar la vida, como sea que esta se nos presente, muchas veces nos orilla a plantearnos diversas preguntas que, quizá de manera muy efímera, nos acercan a lo filosófico. Por supuesto el cine rara vez se queda al margen de las situaciones que nos ponen en jaque día con día. De hecho, parte de la magia de la pantalla grande reside en la maravilla con la que nos dibuja la realidad y sus diversos aconteceres. El reverendo es todas esas preguntas que, ante la realidad a la que nos enfrentamos en la actualidad, no nos atrevemos a hacer o nos hemos hecho sin encontrar una respuesta satisfactoria.

En la película El Reverendo, seguimos a un pastor evangélico Ernest Troller (Ethan Hawke), quien dirige una iglesia reformada en Nueva York, vive atormentado por el recuerdo de la muerte de su único hijo, hundido en su soledad y sostenido por su fe y las crisis que eso conlleva. Su encuentro con una pareja de activistas, Mary (Amanda Seyfried) y Michael (Philip Ettinger), afectará de manera radical sus ideologías.

El guion escrito y dirigido por Paul Schrader, brinda una mirada desde una perspectiva religiosa, que bien puede ser digerida desde todos los credos y posturas, sobre los comportamientos del ser humano. Críticas a la contaminación, señalamientos al cambio climático, incluso al desinterés generalizado y la pérdida de toda esperanza en un futuro próximo. Pero también habla del radicalismo haciendo apología del terrorismo y el camino que puede conducir a las personas a un final extremo.

El reverendo, película 2017

La narración de El Reverendo va in crescendo de manera muy sobria y sin sobresaltos innecesarios, con planos bien cuidados que en una sola toma dan muestra de la soledad y desesperanza de sus personajes. Consistente de principio a fin, Schrader  inicia sabiendo a donde quiere llegar y logra conducir la historia justo a ese punto.

Los colores elegidos en cada escena van desde los grises y azules fríos y deprimentes, hasta un morado que hace tiempo viene siendo una tendencia para enmarcar conflictos mentales. Conjugando con las diversas reflexiones mentales que están cerca de caer en un monólogo nihilista que funciona como hilo conductor.

El final es desconcertante, sin dar más detalles, es uno de esos desenlaces que dan para horas de debate y acalorada conversación pues se presta a múltiples interpretaciones.

La cinta cuenta ya con una merecida nominación a mejor guion para la próxima entrega de los Oscars.

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