La película canadiense trata sobre un violín rojo, desde su creación en Italia en el siglo XVII hasta la actualidad que llega a Canadá para ser subastado, pasando por muchas manos y situaciones diferentes, incluso llegando a China.
El film goza de un buen montaje que lo hace interesante y sobre todo de una banda sonora que eriza el pelo de todo el cuerpo, ya que consigue transmitir todo con la música, o con la ausencia de ella, como ocurre en su paso por China. Por eso quiero destacar al compositor John Corigliano y al violinista que interpretó las partes solistas de la película Joshua Bell, que es capaz de actuar en la Biblioteca del Congreso con entradas a 100 dólares y a realizar, semanas después una actuación de incognito en el metro. Además la película fue ganadora del Oscar a mejor banda sonora, obvio por otra parte.
Quizá el final me supo a poco y aunque es bastante buena, no es una de mis preferidas, supongo que la historia de un violín no es algo que me apasione, pero seguro que músicos o violinistas como puede ser mi vecina, disfrutan de lo lindo con el visionado de esta película.
Además, creo que si realmente ese violín hubiera vivido todo lo que se narra en el film, tendría que estar valorado en mucho más dinero, del que se pretende subastar. Y termino con una escena, que me dejó con la boca abierta:
