A lo largo de su amplia carrera como director, James Wan ha demostrado que sus ideas inicialmente para una sola película podrían dar lugar a franquicias longevas y llegar a ser nombres propios dentro del terror. Saw e Insidious son buenos ejemplos de ello, y por supuesto, la saga de hoy no es otra que la de Expediente Warren, donde a lo largo de varias entregas el público ha sido testigo de las fuerzas sobrenaturales y terroríficas a las que han tenido que enfrentarse el matrimonio Warren compuesto por Ed y Lorraine. El éxito de la franquicia fue tal que el estudio decidió incluso ir más allá, apostando por spin offs que complementaran la mitología de la saga y darles más protagonismo a algunas de sus entidades más célebres, como Annabelle o La monja, aunque con resultados muy dispares. Suele decirse que todo lo bueno tiene un final, o al menos temporalmente tiene un final, pues uno nunca sabe hoy en día cuánto tiempo pasará hasta que se decida rescatar otra franquicia de éxito.
Ed y Lorraine Warren se enfrentan al caso de la familia Smurl, uno de los casos más mediáticos en Estados Unidos acerca de actividad paranormal y que supondría el último caso de los Warren, el único que no pudieron resolver en la vida real.
A estas alturas de la saga, no cabe duda de que el corazón de la misma son Ed y Lorraine y así lo quiere demostrar el principio de la cinta, que todo lo que está en juego para esta ocasión es personal para ellos. Esta tónica va a estar muy presente durante el metraje, centrándose en la vida personal del matrimonio y en su hija Judy en un tono más cercano a un drama familiar que a una película de terror donde todavía sigue habiendo momentos potentes solo que algo más diluidos. Esta estrategia de romper con el esquema de filme de terror puro ya se había hecho en la tercera entrega, donde gran parte de la trama giraba en torno a un drama judicial y de investigación policial y justo James Wan había cedido su la silla de director a Michael Chaves, responsable también de esta última entrega. Curiosamente, la cinta cuando mejor funciona es en ese primer y segundo acto que busca centrarse más en la familia Warren y en su casi retiro de sus días como demonólogos.
Pero debido a esa división buscada entre la vida de los Warren con Judy y los eventos que suceden en la casa de los Smurl, la película le da mucha menos importancia a la casa y a todo lo sobrenatural que sucede dentro sus paredes, ofreciendo solo pequeños vistazos en el primer acto donde parece que la narrativa se va a intercalar más y por lo jugoso que en teoría puede ser el caso. En cambio, se siente como que la familia Smurl es un mero pegote, añadido porque si dentro del universo de los Warren para mantener la esencia que hizo famosa a la saga sin perder en exceso el foco. Y cuando Chaves decide centrarse por completo en el terror el resultado se siente genérico. Los jumpscares son burdos, abusando de abruptas subidas de volumen y de movimientos simples con la cámara a la par que no hay margen para la sorpresa, ninguna de las entidades que causando estragos en la casa logra ser memorable, ni por su diseño ni por su gesticulación donde solo se limitan a estar ahí y el clímax, si bien tiene sentido y desde la primera escena se indica que todo se encamina a esa resolución, se siente apresurado y hasta sencillo teniendo en cuenta todo lo que había en juego.
Y si el alma de la saga y parte de su largo recorrido ha sido por la constancia y la presencia de Ed y Lorraine Warren, para esta última entrega donde ellos son los protagonistas no iban a ser menos. Tanto Patrick Wilson como Vera Farmiga interpretan a sus respectivos personajes como una pareja cansada, donde les pesan los años y solo quieren retirarse de esa vida como investigadores por varias circunstancias previas y por disfrutar de su familia. Y las adiciones de Mia Tomlinson y Ben Hardy como Judy y Tony como su pareja contribuyen a crear ese vínculo más fuerte de los Warren y hacer que el clímax tenga el sentido y la importancia que merece. La escena del epílogo, sin revelar muchos detalles, también merece la pena si uno ha llegado tan lejos con la saga.
No es una despedida por todo lo alto, pero es la despedida que se le ha dado a los Warren. Una pequeña carta de amor a una saga empezada hace 12 años y responsable en parte de que en la actualidad se mire con mejores ojos el cine de terror más comercial.