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Frozen II - Filmfilicos, blog de cine

Cuando en 2013 Disney estrenó Frozen y tras los buenos resultados cosechados en la primera parte de la década de los 2010 en cuanto a animación se refiere, se podía intuir que la compañía iba por el camino adecuado. Lo que nadie se esperaba fue el arrollador éxito crítico y comercial que supuso, ni el impacto cultural que generaría. Con los datos en mano era cuestión de tiempo que se hiciese una secuela. Pero ¿está a la altura? ¿se justifica su existencia? ¿tiene alguna canción que va a estar en la cabeza durante una temporada? Os hablo de Frozen II.

Tras los acontecimientos de la primera cinta, el reino de Arendelle parece estar viviendo un período de paz y tranquilidad. Pero esa calma no durara mucho, pues Elsa no deja de oír una lejana y misteriosa voz que la llama. Junto a Anna, Kristoff, Olaf y Sven, emprenderá un viaje con la esperanza de obtener respuestas sobre quién es ella realmente.

Para bien y para mal, se trata de una continuación que es muy ambiciosa. Partiendo de la clásica llamada a la aventura y del viaje del héroe que en Disney saben hacer muy bien, exprimirle todo el jugo, medir bien el drama y la comedia, y en ocasiones, readaptar conceptos a los tiempos que corren; la mitología se expande de forma sustancial, cosa que es otro punto fuerte de la compañía. Su inicio es prometedor, y una vez que toda esa nueva mitología empieza a desenfundarse es agradable de ver como se van desarrollando los hechos.

Frozen II

Se le pueden encontrar similitudes con otras películas propias: El enfrentamiento de dos pueblos muy diferentes que parecen no llegar a entenderse de Pocahontas, el acercamiento a una cultura ancestral como Hermano oso o Brave (Indomable), incluso el afán por construir una mitología rica y fascinante que queda a gusto del espectador decidir si funciona o no como en Atlantis: El imperio perdido. Pero frente a la sencillez que tenía la historia en la primera entrega, al tener tantos personajes en el guion, tantos frentes abiertos más las nuevas tramas que se van añadiendo, queda una historia un poco farragosa e irregular, en la que en más de una ocasión es fácil perder el hilo, y más si se es niño. La ambición es buena, y si se puede permitir ese lujo adelante, solo que tal vez a veces menos es más.

Pese a que haya cosas que pulir en ese guion y que no deje mucho hueco para una mínima sorpresa, los personajes se mantienen igual o mejor que hace seis años. Este tiempo también ha pasado por ellos, y con tiempo me refiero a cierta madurez inherente a la trama. Porque por mucho que pueda resultar demasiado ambicioso, el foco no se aparta de Elsa y Anna. Y su relación ya no se basa en lo apartadas que estaban hace unos años la una de la otra, ni tampoco en una codependencia, sino en que haya un crecimiento personal para que cada una busque o marque su camino, pero siempre teniendo a una hermana como apoyo. Se siguen construyendo sus identidades de maneras muy distintas, aunque ambas igual de válidas y en concordancia con sus personalidades. Excepto en el caso de Olaf, donde otra vez se repite el menos es más, y en esta ocasión pasa de personaje secundario minoritario a tener más cancha y volverse más irritable.

Frozen II

Más allá del viaje de madurez que propone quizás más adecuado para los más adultos que para los pequeños, hay un aspecto donde sobresale: su animación. No es ningún secreto que con cada película de animación a nivel técnico Disney da lo mejor de sí y esta no es la excepción, llegando a crear secuencias enteras que son un deleite para los sentidos. Desde ese primer vistazo al misterioso bosque pasando por un enfrentamiento con el fuego hasta llegar a ese oscuro y revuelto mar. Es especialmente llamativa la variedad cromática, pues si en la primera cinta predominaban más los colores fríos, en esta ocasión hay muchos tonos más rojizos y morados que van en concordancia con la historia y que destacan por sí solos. Por no hablar de los logros técnicos con tejidos, los fenómenos atmosféricos, las texturas y formas de materiales naturales o las formas que adopta el agua.

Además de su historia o sus personajes, Frozen alcanzó mucha popularidad debido a una excelente banda sonora (otro de los puntos fuertes del Disney más clásico y del que más se acuerda la mayoría del público) donde sobresalía el tema “Let it go”. Para esta secuela, el número de canciones a lo largo del metraje es el mismo, pero la mayoría se sienten muy homogéneas y quizás carecen de ese impacto inmediato y facilidad para el recuerdo que sí tenían en la primera parte. Aunque todo sea dicho, “Into the unknown” es un tema que, una vez se empiece a tararearlo, es difícil por no decir imposible sacárselo de encima.

En general, la esencia se mantiene. Solo que como pasa con las segundas partes, intentar hacer algo más grande no siempre es sinónimo de mejor.

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