Es posible que hoy en día gran parte de las recomendaciones fílmicas sean a través de redes sociales o del mismo internet. Sin embargo, y aunque parezca difícil creerlo en ocasiones, todavía quedan rincones físicos como videoclubs. tiendas de segunda mano o incluso cines completamente alejados del circuito comercial que se dedican a reponer títulos clásicos o menos conocidos. El hecho de que estos sitios todavía sigan existiendo sirve también para descubrir títulos que tal vez no son tan populares en internet, pero como en el caso de hoy, merecen más de un vistazo.
Dos ángeles sobrevuelan Berlín, una ciudad dividida por el muro. Estos ángeles sólo son visibles ante los ojos de los niños y aquellos que poseen corazones puros y su trabajo es asistir a aquellos que padecen tribulaciones, pero son meros observadores sin poder real para intervenir en los acontecimientos. Uno de ellos, atraído por una joven trapecista, empezará a cuestionarse su naturaleza hasta el punto de querer experimentar los sentimientos humanos.
Adentrarse en esta película por su sinopsis puede parecer una tarea sencilla, pero una vez dentro de la misma, la acción de desmenuzar para acabar dándole un significado se vuelve más compleja. Desde luego Wenders sabe como iniciar la cinta, con una enigmática pero poética voz en off para luego dar paso a uno de esos ángeles, situado en lo más alto de la catedral como si fuera una especie de gárgola silenciosa, el guardián supremo de la ciudad que solo unos pocos pueden ver su auténtica naturaleza. Acompañado de unos planos contrapicados, casi cenitales, los espectadores pueden seguir el vuelo de los ángeles y tener vestigios de todos aquellos pensamientos que pueblan el Berlín de la época, algunos pensamientos que podrían seguir vigentes a día de hoy, ya que las dudas o problemas en las relaciones de parejas o la resignación de los padres con sus hijos sin duda son temas universales.
La mitología, si bien muy escueta, se va desgranando poco a poco. El público entiende que ese blanco y negro de la película no es solo una decisión estética, sino que representa la visión de los ángeles sobre el mundo, limitada, plana y hasta cierto punto marcada por la dualidad del bien y el mal; mientras que el mundo terrenal a pesar de la complicada situación de Berlín en ese entonces es a color, creando un poderoso contraste entre ambas visiones. Más pronto que tarde también se revela que esos ángeles, debido a su condición de seres celestiales, han estado presentes en la tierra durante mucho, mucho tiempo ejerciendo labores de una especie de archivistas. Uno de los mejores ejemplos de esta labor es la secuencia de la biblioteca, donde Wenders hace un trabajo sobresaliente en presentar la situación de los ángeles con los humanos y utilizar recursos como la ruptura de la cuarta pared para diferenciar el quién es quién, el uso de la música diegética o todo el plano ininterrumpido que le da un aire surrealista al conjunto.
Hay cierta belleza en que unos seres sobrenaturales se interesen por la experiencia humana. Pese a la diferencia de la visión reflejada a través del medio cinematográfico, quizá por intención de Wenders o por el soberbio trabajo de Bruno Ganz, los ángeles parecen más humanos que unos seres por encima de ellos. Y la fijación que tiene uno de ellos con Marion, la melancólica trapecista, es similar a la que narraba Noches en el circo, donde un periodista a causa de su poderosa atracción hacia la enigmática trapecista es capaz de seguirla en sus aventuras. La trama queda bastante desdibujada y uno debe tan sólo intuir esa atracción si bien interesante y gratificante al final, se queda un poco corta, sepultada entre soliloquios y grandilocuencia dejando de lado el factor más emocional.
Sin embargo, el exceso de lenguaje poético no siempre es un acierto. Una vez establecido el papel de los ángeles en el filme y su trabajo como tal, los pensamientos de los humanos pueden volverse abrumadores. No por oscuros o violentos, sino porque llegado a un punto resulta difícil mantener la verosimilitud de que todos son tremendamente existencialistas, como si del monólogo más elaborado se tratase, donde todo el mundo habla con una riqueza de vocabulario y unos pensamientos que parecen el más largo de los monólogos sin hilo aparente, dejándose llevar por las divagaciones más profundas. Este recurso para un par de ocasiones es loable, pero si el recurso se vuelve reiterativo acaba resultando pesado, especialmente si la trama es difusa y se cimienta más en todas esas reflexiones líricas.
En cuanto al reparto, no se puede pasar por alto a Bruno Ganz como el ángel más interesado por la humanidad. Pese a la distancia construida por el blanco y negro, su sonrisa y sus gestos bondadosos son capaces de iluminar el plano y hacerlo mas humano que muchos de los personajes que pueblan el relato. Y mención especial a Solveig Dommartin como Marion, pues aunque vista la mayor parte del tiempo a través de los ojos del ángel, desprende un magnetismo sin igual.
En resumen, sobre el papel se puede apreciar todo lo que intenta hacer la película y se puede aplaudir su objetivo de narrar una historia sobre la experiencia humana, pero en la práctica se pasa de frenada con todo su afán poético, resultando algo más pesada y con unas intenciones difusas.