Joven y bonita
Este viernes llega nuestras pantallas Joven y Bonita, la última película del director francés François Ozon y que resultó premiada en el pasado festival de San Sebastián en la sección Otra mirada.
Director de obras, no menores pero sí más ligeras, como pueden ser Potiche, mujeres al poder o 8 mujeres, vuelve a la carga con la juventud como tema central del mismo modo que hizo en su anterior película, la múltiplemente premiada En la casa. Cambia al joven al que le gustaba escribir, ya fuera ficción o realidad, sobre vidas ajenas por una joven que llena sus horas libres ejerciendo voluntariamente la prostitución.
Marine Vacth interpreta, de manera fascinante hay que decir, a Isabelle una joven de familia acomodada que aunque no tenga la necesidad económica decide un día empezar a ejercer la prostitución.
Ozon construye una historia en la que el tedio, la soledad, la emoción, la novedad se convierten en los posibles motivos que empujan a la joven a vender su cuerpo. De nuevo navegando por la mente adolescente intentando descifrar lo que les pasa a los jóvenes, lo que sienten, como se enfrentan a la vida, a los éxitos o a las desilusiones durante esta época convulsa de cualquier ser humano.
Los bellos paisajes, las frías habitaciones y los lujosos hoteles por los que Isabelle se mueve, están simplemente para complementar la belleza de la joven, a la vez que la soledad y la sensación de distancia que de ella se desprende. Los espacios se convierten así en una extensión del hermoso cuerpo de la joven. Unos espacios que dan cobijo a unas experiencias que no resultan ser para Isabelle más que modos de escapar de una monotonía que la persigue, maneras de buscar algún sentido o algo que la motive a experimentar con ganas la sexualidad. La prostitución no es para ella un modo de subsistencia ni una obligación es simplemente un nuevo camino que experimentar. Una historia tan bien tejida y llanamente explicadas que resulta de lo más agradable contemplar. Sin farragosidades ni metáforas complicadas que rompan el ritmo narrativo.
La breve a la vez que interesante aparición de Charlotte Rampling en Joven y Bonita resulta ser un delicioso regalo que coloca el broche final a una obra en su conjunto magnífica.
Me vais a permitir esta vez exponer un comentario más personal que objetivo sobre la película. Una idea que planeó sobre mi mente durante toda la extensión de la película. Salvando las evidentes distancias y sin saber muy bien el motivo, desde el minuto uno de proyección A nuestros amores de Maurice Pialat flotó en mi mente. Quizás la juventud y la belleza de la protagonista que conducen a la comparación con Sandrine Bonnaire. Los aires franceses que rezuman inevitablemente de ambas películas. El tema del vacío existencial y de la soledad difuminada por ambas protagonistas mediante relaciones sexuales. El que ambas se sientan amadas y deseadas por su entorno, que sean como una especie de diosas distantes y veneradas. Ese conjunto de ideas o quizás ninguna de ellas hicieron que durante la proyección la unión de ambos personajes (Isabelle – Suzanne) reinara en mi mente.