La primera profecía
En un mundo donde es habitual que las secuelas, remakes, reboots, precuelas sean el pan de cada día en cuanto a las películas y series, es normal que dichos proyectos sean recibidos con escepticismo. Pero en ocasiones es posible que de entre esas dudas y ese poco interés se haya gestado algo realmente extraordinario gracias a la visión del realizador o realizadora detrás de las cámaras, demostrando tener una personalidad arrolladora para crear algo nuevo de una historia previamente establecida y al mismo tiempo profesar respeto por ese clásico tan conocido. La tarea de Arkasha Stevenson no era fácil, pues no creo que fueran muchos los que estuvieran interesados en ver una precuela sobre ese clásico del terror que es La profecía, algo que podría incluso sentirse innecesario. Solo que una vez visto el resultado final, en esta ocasión hay que deshacerse en todos los elogios posibles.
Margaret es una novicia estadounidense enviada a Roma durante la década de los 70 para tomar sus votos. Sin embargo, cuando llega al convento Margaret descubre que hay una oscuridad que rodea el lugar y una conspiración entre los altos cargos que pretende traer al mundo al Anticristo.
Para empezar a hablar correctamente del trabajo de Arkasha Stevenson con esta película hay que detenerse en la intencionada puesta en escena que busca emular el look de las películas de terror de la década de los 70, convirtiendo la cinta en un inquietante cuento de terror gótico debido a los vestuarios de las monjas y el clero del convento, la iluminación cargada de luces cálidas a partir de las velas, los muy medidos sobresaltos, las transiciones y superposiciones cargadas de simbolismo, las secuencias surrealistas, el body horror y los propios homenajes al filme original. Toda esta improbable pero tan bien conjurada mezcla de elementos que logra Stevenson hace que la cinta sobresalga por sí misma debido a la perfecta precisión de sus piezas, haciendo que aunque forme parte de una película ya conocido todo lo que ofrece se siente nuevo, genuino y que es aplicable a temas de la actualidad.
Y es que al final del día, es tan notable de una forma positiva cuando una mirada femenina está a cargo de un largometraje que sus virtudes son palpables. Solo así se podría apreciar en detalle a Margaret descubriendo o redescubriendo su cuerpo y lo que puede hacer con él si lo viste o lo desviste o si se peina el pelo de una determinada manera, la sororidad que mantiene con Carlita por experiencias traumáticas parecidas, el temor de estar perdiendo la cabeza y sobre todo, la violencia con la que se trata al cuerpo femenino mediante mutilaciones, experimentos, embriones y el control que ejercen los demás sobre el cuerpo, dejando al sujeto en cuestión como un mero instrumento a cargo de propósitos muy oscuros y desligando por completo a la persona de su entidad terrenal.
Por supuesto, esto no es una temática nueva, pues el cine de terror a lo largo de toda su historia tiene grandes títulos relacionados con embarazos diabólicos ya que la propia naturaleza el embarazo, el hecho de estar gestando a otro ser, es un proceso que puede salir mal a la mínima y el terror ha sabido aprovecharse muy bien de este miedo femenino siendo quizás La semilla del diablo el mejor exponente de este temor. Stevenson conoce muy bien este miedo, y además de enlazarlo con la cinta original de Richard Donner y la película de Polanski, es conocedora del cine de terror, no solo por su sobresaliente trabajo con la tercera temporada de Channel Zero titulada Butcher’s Block donde ya se vislumbraba gran parte de sus inquietudes temáticas y estéticas, sino porque de otro modo no podría de forma tan orgánica regalar una brillante escena que homenajea a La posesión de Żuławski, en el que tal vez sea su mejor homenaje.
Y por último pero no por ello menos importante, más allá de Stevenson hay una parte del filme que no funcionaría igual sin Nell Tiger Free, la encargada de dar vida a Margaret. Durante cuatro temporadas de Servant demostró ser una excelente actriz que podía moverse como pez en el agua en un proyecto de suspense y terror, pero aquí lo confirma entregándose por completo a las escenas más exigentes, con una inocencia al principio muy bien calculada sin llegar a ingenua pasando por la confusión posterior de creer estar perdiendo la cabeza y que nadie más a su alrededor parece ver lo que ella ve hasta el explosivo clímax donde la actriz se hace una con el personaje y se catapulta a lo más alto para tenerla en consideración cuanto al género de terror.
Similar a lo que ocurrió hace poco más de 10 años con el remake de Posesión infernal, quizás fueron proyectos que al principio supusieron arqueamientos de cejas y se habrían considerado innecesarios, pero tan solo es preciso de un realizador con una visión clara y amor por el material original para hacer una sobresaliente adición a un clásico mítico del terror.