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Little Joe

Que mejor método que echarle un vistazo al catálogo de varias plataformas para decidir finalmente que se quiere ver. Y tal y como he comentado en alguna que otra ocasión, es una buena forma para recuperar películas que en su momento por cualquier motivo no se vieron. Casualidad o no, la cinta de hoy entra dentro de esa categoría, y reconozco que me da daba un poco de reparo ponerme con ella al no saber muy bien qué podía encontrar, solo que una vez vista no puedo evitar preguntarme si se trataba de una macabra coincidencia por ciertos paralelismos con algunas situaciones de la actualidad y una reafirmación de que no podía haberla visto en un momento más oportuno.

Alice es una científica que trabaja criando nuevas especies de plantas. Su mayor logro hasta la fecha es una flor que si se la trata en las condiciones óptimas, a cambio de los cuidados recibidos emite un aroma capaz de hacer sentir felicidad a su dueño. Al ver el éxito de su creación y sin hacer caso a los protocolos de su trabajo, Alice decide llevarse una muestra de dicha flor a casa con su hijo Joe y opta por bautizar la flor como Little Joe en honor al mismo. Pero cuando su hijo comienza a tener cambios en su comportamiento, Alice descubrirá hasta donde llega el poder de su creación.

Uno de los mayores méritos de la película es que consigue crear una perpetua sensación de inquietud con una puesta en escena tan refinada. Desde los títulos de crédito con un peculiar movimiento de cámara y una forma poco ortodoxa de presentar las imágenes, la cinta construye una atmósfera enfermiza en la que en cualquier momento puede cernirse la más absoluta de las desgracias. Y gran parte se debe al entorno tan pulcro y rígido de laboratorio que contrasta con las escenas donde los rojos y los morados cobran especial protagonismo, a los suaves zooms y paneos de cámara que pueden evocar a realizadores como Yorgos Lanthimos, David Cronenberg o David Fincher, con los que el espectador casi está deseando que le salten a la yugular, y a la estridencia de su banda sonora compuesta de sonidos tradicionales de percusión y viento que se siente como si unas uñas estuviesen arañando una pizarra.

Little Joe

Pero más allá de un empaque malsano, la referencia más evidente a la pesadilla febril que propone la película una vez se descubre lo que es capaz de hacer esa nueva especie no es otra que La invasión de los ultracuerpos, pues los cambios de comportamiento a todos aquellos que se han visto expuestos al polen plantean dudas tanto al personaje de Alice como al propio espectador sobre si de verdad hay cambios drásticos de actitud o solo son imaginaciones. Por si fuera poco, más allá de la paranoia que se plantea por el comportamiento de los personajes que la rodean, el filme tiene tiempo para reflexionar sobre temas como la felicidad, el que al fin y al cabo es la razón de ser de la cinta, de cómo la sociedad depende de modificaciones o medios artificiales para conseguir lo que se presupone como felicidad hasta acabar convertidos en meras cáscaras irreconocibles; sobre el papel de la mujer en la sociedad contemporánea en el caso de Alice al casi tener que elegir entre su vida profesional o su vida familiar, porque parece que no puede haber un equilibrio entre ambas; o sobre el complejo de Doctor Frankenstein al crear algo que puede ser más poderoso que su creador, pues aunque una planta sea un ser vivo en apariencia inofensivo, si se lo modifica de la forma adecuada puede causar estragos y llegar tener capacidades que exceden a las de los humanos o incluso a utilizarlos en su beneficio, similar a lo que ocurría en La tienda de los horrores, solo que desprovista de humor.

En un entorno tan aséptico, las actuaciones van en consonancia con la atmósfera: Herméticas, calculadas e inquietantes. Los comportamientos extraños también recuerdan mucho a la filmografía de Lanthimos y son especialmente llamativos en los casos de Joe, el hijo de Alice, que pasa de ser un niño con una buena relación con su madre a un niño más reservado donde casi cualquier interacción con ella le pesa. Lo mismo sucede con Chris, el personaje de Ben Whishaw, quien experimenta cambios en su personalidad hasta resultar invasivo con Alice. Y la propia Alice, interpretada por Emily Beecham, debe tratar de mantenerse cuerda ante todo el desorden de su alrededor, tanto por ella como por su labor de ojos del espectador.

Aun con sus virtudes, la cinta posee un ritmo muy raro, donde no es excesivamente lenta pero el público debe ser paciente para una recompensa que le corresponde a cada uno juzgar si es suficiente o no. Y hay quienes podrán alegar que su mensaje queda empañado por la estética tan fría o que no hay ningún mensaje. Desde luego, no es una película que sea del gusto de todos los espectadores precisamente porque no pone facilidades para ello, pero en lo personal sí considero que tiene unos apuntes muy interesantes que dar sobre la sociedad bajo unas capas de ciencia ficción minimalista.

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