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Misa de medianoche

Poco a poco pero con paso indudablemente firme, el nombre de Mike Flanagan está consiguiendo forjarse un nombre y una identidad propios dentro del terror y que sus trabajos sean muy notables tanto en el cine como en la televisión. No es de extrañar que dado al relativo éxito que han tenido sus anteriores trabajos el público estuviera receptivo a su nuevo proyecto, que si bien ha generado opiniones cuanto menos dispares, en lo personal ha logrado superar cualquier expectativa que pudiera tener.

Riley Flynn regresa a su pueblo natal, la remota Crockett Island, después de pasar una temporada entre rejas. En una población tan reducida, su regreso sacude a los vecinos, pero no será el único, pues a la isla también llega un nuevo sacerdote dispuesto a sustituir al anterior y que tras su llegada empiezan a suceder eventos extraños en Crokett Island, sucesos que algunos los califican de milagros y el fervor religioso va creciendo y propagándose por la isla de forma inevitable.

Con ese planteamiento y si uno repasa la filmografía de Mike Flanagan no es de extrañar que uno de las nombres principales que se le vengan a la cabeza sea el de Stephen King, en concreto a través de El misterio de Salem’s Lot o el más reciente Revival. Y cuanto más se va revelando cuál es el meollo de los sucesos, se pueden encontrar ciertos paralelismos con Thirst o The Sacrament respecto al tema de la fe y la religión. Pero si bien se pueden señalar con el dedo inspiraciones varias, lo más increíble de todo el relato es que el empaque está presentado de una forma que pese a tener tantas fuentes reconocibles, se las ingenia para presentar algo que se siente nuevo al enfocarse en ciertos aspectos.

Misa de medianoche

Esos temas centrales no son otros que la fe, la muerte, el existencialismo, la culpa, el perdón, el pecado, los errores del pasado que dejan heridas y que el tiempo no sabe sanarlas, sino hacer que supuren más; y por supuesto, toda una crítica al catolicismo y a sus fieles, como las religiones generan un poder de convicción tan grande que en ocasiones paradójicamente causa más mal que bien, el rechazo que se genera hacia el desconocido o hacia aquel que piensa de forma diferente, porque si piensa así es porque está equivocado y hay que enderezarlo por el buen camino, o como las figuras de poder (como pueden ser en este caso el sacerdote o los propios fieles) usan los textos sagrados de su propia religión para deformarlos y darles sentido a sus propias creencias, propagando mensajes venenosos como si de un virus se tratase. Y pese a toda la crítica que se le hace a la religión en general y al catolicismo en particular, es una crítica que está hecha con cierta elegancia y sutileza, desde la compresión, un cierto respeto y que no pretende atacar porque sí, tan solo señalar algunas problemáticas graves bajo el prisma del terror y la fantasía.

Porque sí, la religión es el eje principal de la serie, pero lo más interesante es contemplar con devoción y fascinación como los versículos de la Biblia se van transformando en un discurso que alimenta la mitología del terror y viceversa, como el terror está presente a lo largo de la toda la Biblia, formando una simbiosis entre ambos que está presente desde el minuto uno que trasciende a la propia serie y que resulta increíble ver que nadie se había atrevido hasta ahora a establecer una relación tan directa entre ambas cosas de forma tan complementaria y retorcida. Y el terror como tal en este caso toma muchas formas.

No se limita al fanatismo religioso o al desdoblamiento del contenido de las escrituras, también tiene una creación prodigiosa de una atmósfera recóndita y opresiva durante los primeros capítulos que asfixian y son el perfecto caldo de cultivo para lo que vendrá a continuación. Pues en un escenario aislado, donde la población es de 127 habitantes, donde todos conocen a todos pero al mismo tiempo cada uno tiene un marcado individualismo y demonios internos, donde esa localidad cada vez tiene más gente que se va a vivir a tierra firme, donde la actividad principal es la pesca pero cada vez se prodiga menos y donde apenas quedan esperanzas de futuro. Por ese mismo motivo la figura de la Iglesia cobra tanta importancia, porque parece ser el único edificio de la isla que permanece inmutable al paso del tiempo, que sirve como elemento socializador y de reunión para los habitantes de Crockett Island y como el último refugio en medio de la nada. Y cuando empiezan a suceder todos esos sucesos extraños, esos aparentes milagros, aflora lo mejor y lo peor de la gente.

Misa de medianoche

Y la serie podría conformarse con un terror psicológico basado en la religión o en la construcción de una atmósfera que pueda generar paranoia, pero es que el terror de sustos o de jumpscares propiamente dichos también está presente y Mike Flanagan lo construye con una maestría de auténtico artesano: Jugueteando con las expectativas del público respecto a los jumpscares,  mostrando lo justo en el momento oportuno, manejando los tiempos dramáticos, los silencios, los sonidos y construyendo imágenes muy potentes para que en el instante más oportuno pille con la guardia baja y siente como un pequeño infarto.

El punto más discordante de todo el relato son los tiempos que se toma para narrarlo, más propios de la literatura, donde emplea largos monólogos de varios de los personajes para que estos mismos expongan sus miedos y sus inquietudes, para ellos mismos, para otros personajes y para los espectadores. En lo personal me ha resultado un recurso muy válido para exponer los sentimientos y que los personajes se abriesen en el canal teniendo en cuenta la unión que tienen en la serie el miedo y la fe y la forma en la que resultan expositivos sin ser sobre explicativos. Y nuevamente Flanagan, quien se ha encargado de escribir y dirigir los siete capítulos, utiliza los recursos de montaje o los largos planos secuencia alrededor de las conversaciones para aportar simbología y también para causar inquietud. Sin embargo, es un recurso que está al servicio del relato y no trata de hacer alardes individuales de ninguna proeza técnica.

Estos monólogos también suponen un caramelo para cualquier actor o elenco de actores en este caso. Entre muchas de las virtudes de la serie al tratarse de un reparto tan coral, todos y cada uno de ellos tienen su momento para brillar a través de este recurso, sea bien de forma individual, en una conversación entre dos de ellos o en un grupo grande. Funcionan todos como el mecanismo de un reloj y sus conflictos quedan claros a medida que se va rascando. La culpa de Riley, la carga de Erin, el dolor de Eliza, el aislamiento del Sheriff Hassan frente al intento de integración de su hijo Ali o los esfuerzos de Sarah por mantener la cordura y el raciocinio, por mencionar unos pocos.

Misa de medianoche

Pero hay dos personajes que destacan entre toda la maquinaria perfectamente encajada. Bev Keane, interpretada por Samatha Sloyan, quien representa la peor cara de ese fanatismo religioso que retuerce las palabras hasta amoldarlas hasta sus ideales morales y además ejerce una gran influencia sobre la isla, y el Padre Paul Hill, interpretado por Hamish Linklater en uno de esos roles que llegan una vez en la vida, como el misterioso y nuevo cura. Con su presencia y su candencia al hablar y a la hora de recitar sermones en misa es fácil de entender porque los peregrinos confían en su palabra y acuden con más frecuencia a celebrar el sacramento de la Eucaristía. El cómo también va adaptando la Biblia a sus propósitos, creyendo que está haciendo el bien; cómo su fe va mutando a medida que pasan los capítulos y el temor pero también el fervor con el que realmente cree en sus palabras hacen de él un personaje memorable y profundamente humano.

Soy consciente que por el ritmo que maneja más de un espectador se alejará de ella, y que también todo el empaque temático respecto a la fe y como se relaciona con el miedo, así como el discurso sobre el terror que hace no sea para un público masivo. Pero desde mi opinión más personal y visceral, es una miniserie redonda, donde todo está medido y donde no falta ni sobra absolutamente nada. Donde una construcción sobre el terror me ha causado tantos sentimientos tan potentes en tan corto periodo de tiempo, donde el relato se las ingenia para sorprender pero para ser consecuente con todos sus flecos y cuya catarsis construida a lo largo de siete horas y media da pie al mejor relato audiovisual que he visto en mucho tiempo. Un pequeño gran milagro que voy a atesorar durante una larga temporada.

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