Nosotros

Después del arrollador éxito que le supuso a Jordan Peele su opera prima Déjame salir, era cuestión de tiempo ver si su primer trabajo había sido fruto de la casualidad y de ver si jugaba a favor la suerte del principiante, o si por el contrario estábamos ante un nombre muy a tener en cuenta para el futuro. Qué alegría ver que de momento Peele parece ir más encaminado hacia la segunda opción de una prometedora senda.

Adelaide Wilson va a pasar unos días junto a su marido y sus hijos en la casa de su infancia cerca de la playa. Todo parece ir de acuerdo con los planes, por mucho que Adelaide siga dándole vueltas a un incidente que sufrió durante cuando era niña en la misma playa y tenga un mal presentimiento al respecto. El asunto termina de estallar después de un día relajado cuando descubran a cuatro figuras similares a ellos les esperan en la puerta de casa.

Con su anterior película, Jordan Peele demostró ser alguien muy competente para mezclar terror y crítica social a partes iguales sin descuidar ninguna de las partes. En esta ocasión, confirma que es una persona que tiene un mensaje que contar y es más que capaz de provocar tensión y miedo con cosas muy simples. De hecho, es fascinante de contemplar como todos los detalles que se muestran en pantalla, las escenas que no cuentan toda la información posible a propósito y, en definitiva, ver como todas las partes de un todo finalmente acaban teniendo su razón de ser, aunque quizá en un primer momento no se puedan apreciar con claridad.

Sin embargo, en esta ocasión no hay tanta incisión en un discurso de crítica social. Sí, tiene sus momentos de humor característicos y su manera sutil de ridiculizar un estereotipo de la gente blanca sin que la gente blanca se sienta ofendida, pero no hay un trasfondo tan visible ni un punto de vista novedoso que funcione como anillo al dedo. Tal vez se pueda hallar ese significado social y político después de haber visto todo el conjunto y si se hila muy fino. Y volviendo al tema humor, el personaje de Winston Duke funciona como alivio cómico que en ocasiones es necesario no empaña la historia y mucho menos resta.

Respecto al tema narrativo, las referencias a otras cintas del género son bastante notables. Empezando con la sugestión mitológica de que existe algo malvado bajo nuestros pies como si se tratase del mismísimo infierno, siguiendo con el esquema más clásico de una home invasion con las dosis suficientes de vísceras y hemoglobina al igual que la tensión, o más bien la inquietud que pueden generar ciertas situaciones, pasando por guiños directos e indirectos a Tiburón o a El resplandor para finalmente desembocar en algo más grande cuya principal referencia sería una versión moderna de La invasión de los ultracuerpos y lleva la figura del doble o doppelganger al máximo exponente de forma muy inteligente. Que lástima que toda esa sensación de desosiego se vea lastrada por un clímax que no termina de hacerle justicia al explicar la mitología.

Ya que ha salido a la palestra la figura del doble, también es llamativo el juego de claros y oscuros que se da en todo el metraje en el diseño de producción y en la fotografía, ya sea por los entornos como la playa a plena luz del día o la espesa oscuridad en el misterioso pasaje de la feria en el puerto. Incluso en los propios colores de las vestimentas de los personajes se puede apreciar esa dualidad ligada al desdoblamiento. Entre esos personajes destacaría Adelaide, interpretada por Lupita Nyong’o, quien posiblemente aquí se marque la mejor interpretación de su carrera, pero de la que no se puede contar mucho con tal de evitar spoilers.

En resumen, quizás las expectativas le puedan jugar una mala pasada, pero la película cumple con creces sus intenciones de generar suspense, inquietud, tener un subtexto y un concepto claro que contar.