Fellini, ocho y medio
Se dice del cine que es una fábrica de sueños. Muchos han sido los artesanos que han fabricado con sus mentes grandes y mágicas historias que a todos nos han cautivado. Partiendo del mago pionero que fue Méliès hasta llegar a los magos actuales quienes, más que jugar con las técnicas que también los hay, lo que hacen es jugar con nuestras mentes. Lo hacen a través de su inconsciente, un inconsciente que posee la propia materia del sueño y que fascina por la tangibilidad manifiesta que se produce al ser mostrada ante nuestros ojos.
Pero los sueños tienen varias facetas, casi tantas como directores hay. Mientras unos se dedican a la cara oscura y perturbadora de los sueños, David Lynch podría ser el ejemplo más claro, otros se sienten atraídos por la parta más irónica, la más sugerente, la más surrealista. Entre estos últimos, el más claro exponente es Federico Fellini.
Su filmografía está repleta de sueños, de gente grotesca, de ensueños e imaginaciones. De esperpentos, de mujeres maravillosas, de divinidades.
Ocho y medio es la obra que lo aúna todo. Su genialidad se ve desbordada en la película. La historia de un director que padeciendo estrés se retira a un sanatorio para poder empezar a trabajar en su nueva película, pronto nos transporta a un estado de ensueño. La sensación de volatilidad se extiende en cada uno de los fotogramas, en cada una de las frases del guión, en todos y cada uno de los magníficos personajes. Una volatilidad que empieza ya por el propio protagonista, Guido (Marcello Mastroianni), un director que tras él arrastra al alter ego del propio Fellini.
Es sueño puro. Nos movemos de una estancia a otra sin viajar, sin camino. Los traumas, miedos, la nostalgia, las preocupaciones, los amores, todo lo que el director lleva en su interior queda expuesto. Ocho y medio es un enorme regalo que el director nos hace. Desde la inolvidable melodía creada por Nino Rota, hasta personajes tan pintorescos como Saraghina y su rumba o la dulce enfermera “voladora” (Claudia Cardinale). Escenas impagables como la inicial, repleta de la angustia que ahoga al director o ese emocionante final donde todos los monstruos del director salen a la luz, unidos, descargando así el peso que sobre su creador se cernía.
Ocho y medio es sueño, es cine, es un regalo de un director que se atrevió a desnudarse ante todos, sin tapujos, sin miedos. Una película para degustar.
[…] se basa en la reconocida cinta de Fellini Ocho y medio (8 ½), la cual se llevó el Premio de la Academia como mejor película extranjera en 1963. Bajo la […]