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Porto

Quienes me lean con asiduidad habrán notado que una de las películas que tengo como costumbre citar dado que es uno de mis grandes referentes es Antes del amanecer y en general toda la trilogía tiene un sitio muy especial dentro de mí. Por este motivo, de vez en cuando, me gusta bucear e indagar por si hubiera una cinta similar, capaz de dejar el corazón con sensación de calidez y una pequeña sonrisa por haber sido testigo de una unión tan natural entre dos individuos, y si hay una ciudad interesante de fondo, mejor. Con todo esto en mente, no debería sorprender el porqué me sentí atraída a esta cinta. Os hablo de Porto.

Jake y Mati son dos extraños completamente distintos que por azares del destino se conocieron en Oporto, Portugal. Separados en la actualidad, ambos echan la vista atrás, rememorando los recuerdos que compartieron durante una noche.

La película podría seguir una narración lineal con un esquema clásico: dos personas se conocen, surge una chispa entre esas dos personas, durante un breve periodo de tiempo llegan a conocerse creando una conexión palpable entre ambos y finalmente ambos toman caminos distintos por un motivo o motivos específicos, quedando ese encuentro como un bonito recuerdo entre un mar de vivencias. Sin embargo, es curioso que empiece con el punto de vista de cada uno de ellos, una vez ya se han separado y los años han hecho mella. Tanto Jake como Mati no están pasando por su mejor momento, de hecho, se les ve bastante desencantados con el rumbo que han seguido sus vidas, de modo que lo qué sucedió la noche del encuentro se va presentando a través de pequeños fragmentos, de retazos lejanos en la memoria, pero son solo un pequeño vistazo, no el cuadro completo, y el hecho de que extienda a través de los dos puntos de vista aporta sutiles matices al encuentro (similar a La desaparición de Eleanor Rigby con ese juego dual) y genera cierto interés en saber qué sucedió, por mucho que finalmente haya cosas que queden en el aire.

Siguiendo con los puntos de vista, resulta igualmente llamativo que cada uno de ellos, el de él, el de ella y el del narrador, tengan un aspecto de ratio diferente, incidiendo en las diferencias de los puntos de vista y permeando el relato con una capa de nostalgia y melancolía, que si bien no se recrea sobre ella, es un aspecto que está siempre presente, tanto en el pasado como en el presente. Y por supuesto, dichos formatos de fotografía le otorgan a Oporto un aspecto de postal, de una ciudad pequeña pero donde hay rincones por los que vale la pena callejear y perderse, donde se pueden crear recuerdos brillantes de casualidad que con el tiempo se volverán más amargos, de una ciudad en apariencia normal como casi cualquier otra, donde la gente va y viene y sigue con sus vidas, pero que en ocasiones la propia ciudad es testigo de una historia tan cautivadora como la de estas dos almas perdidas.

Porto

Debido a que la historia únicamente se centra en Jake y Mati salvo por un par de personajes secundarios muy esporádicos, el trabajo minimalista pero elocuente que hacen Anton Yelchin y Lucie Lucas para retratar a sus personajes es el que hay que juzgar y posteriormente evaluar con nota muy alta. Él como un chico apesadumbrado buscándose la vida como puede en Oporto, cogiendo cualquier trabajo y sin mucha ambición aparente. Ella como una estudiante con la inquietudes propias de una universitaria pero con un punto enigmático, y ambos no exentos de ciertos comportamientos tóxicos. Y el trabajo de química que se plasma en pantalla es asombroso, como si de verdad fueran dos extraños cuyas vidas se entrelazan en un momento dado y comparten una noche donde todo es posible, generando una conexión que permanecerá durante años por muy fugaz que haya sido y que por cliché que suene, se genera una magia especial entre ellos.

Sin embargo, la virtud de la naturalidad entre los dos personajes es también el arma de doble filo del filme, pues la narración desordenada si bien puede resultar estimulante de cara al espectador, uno se queda con la sensación de que por muy sencilla que sea la película en su forma no hay un objetivo claro más allá del de rellenar huecos, y como no los termina de esclarecer, el propósito de la cinta puede quedarse escaso para algunos. Hay que saber adentrarse en ella, recorriendo los mismos trenes y calles que Mati y Jake, dejándose llevar por la ciudad lusa y tal vez cuando salgan los créditos, una pequeña sonrisa aparezca en el rostro con un poso de nostalgia por esa ligera llama que una vez fue brillante.

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