Quién te cantará
Esta no era la reseña que tenía pensada para hoy. Pero tras la experiencia que ha supuesto para mí el visionado de Quién te cantará (Carlos Vermut, 2018) no he tenido más remedio que sentarme a aporrear las teclas del ordenador para, cual profana evangelista, difundir la obra de este director que ya se diera a conocer con Magical Girl (2014), y que sin duda se ha confirmado como uno de los grandes talentos de nuestro cine.
El argumento de Quién te cantará puede resultarle a much@s poco realista, al estar por completo supeditado a los temas a los que el autor pretende acercarnos. Lo que en un principio puede parecer una debilidad se convierte posteriormente en una de las muchas virtudes de una película que funciona como un complejo entramado de símbolos, metáforas, espejos y espejismos. En ella, una famosa cantante retirada de los noventa, Lila Cassen (Najwa Nimri), pierde la memoria tras un “accidente”, y sufre un episodio de amnesia que le impide recordar a la gran artista que fue. Esto no supondría un problema si no fuera porque, por problemas económicos, está a punto de relanzar su carrera con una gira. Y es buscando información sobre ella misma como da con Violeta (Eva Llorach), una cantante de karaoke que convive con su difícil hija (Natalia de Molina) y a la que contrata, por mediación de Blanca (Carme Elías), su asistente personal, para que la ayude a volver a ser la icónica cantante que tod@s recuerdan. De esta forma, Violeta acabará revelando a la verdadera Lila… ¿o a la verdadera Violeta?
Cada vez disfruto más de las películas en las que la historia no es una carrera hacia el último fotograma, en las que los hechos no se suceden a la velocidad del rayo ni con un montaje tipo “si pestañeas te lo pierdes”. Aquí Vermut se toma su tiempo para presentar a sus protagonistas (quizá la parte que puede resultar más difícil, aunque es sin duda disfrutable por muchos otros motivos), y la tensión que se intuye desde el comienzo se va intensificando de forma gradual, como el baile de dos estrellas cuyas fuerzas, opuestas pero equivalentes, las llevan irremisiblemente a la colisión.
Visualmente Quién te cantará es a la par un desafío y una delicia para el espectador. Alternando la agresividad cromática de las actuaciones de Lila con la sobriedad del blanco, el negro y el dorado de su casa y la serena belleza de las playas andaluzas, la mayor parte de los planos tienen una cualidad casi hipnótica, que se ve reforzada con los movimientos de una cámara que persigue a las protagonistas, quienes, a su vez, se hayan sumidas en su propia persecución por ser alguien diferente a quienes son. Vermut busca la simetría, la convergencia y la geometría de lo cotidiano y las convierte en arte en movimiento, tal y como hiciera Almodóvar en La piel que habito o Julieta.
El diseño de producción está lejos de ser tan sencillo como puede aparentar. La mayoría de los elementos, si bien banales y hasta carentes de belleza, cumplen una función en la película, ya funcionando como metáfora (el cristal roto, la portada del primer disco de Lila), ya sirviendo de nexo que refuerza la idea de Lila y Violeta como un mismo ser que habita a distintos lados de un espejo (el caballo negro, los tacones, el huevo frito…). Son tantos los elementos utilizados intencionalmente (comenzando por la tonalidad que describen los nombres de las protagonistas) que tras el primer visionado tienes la sensación de haberte perdido muchos de ellos, y de alguna forma sabes que el próximo se convertirá en una búsqueda de huevos de pascua. ¿Qué si se trata de una película que dan ganas de ver más de una vez? Yo me la hubiera puesto de nuevo tal y como terminó, aunque al final decidí darme unos días para reflexionar sobre ella y dejarla reposar, para sacarle todo el jugo posible.
Otro de los puntos fuertes de Quién te cantará es su elenco, con Eva Llorach despuntando sin duda en este cuarteto de magníficas actrices. También cabe destacar la labor de maquillaje y peluquería, que en ciertos momentos consigue que dos actrices tan distintas como Nimri y Llorach lleguen a mimetizarse y a confundirse a los ojos del espectador. Este juego se refleja perfectamente en el cartel promocional de la película, al que tienes que dedicar más de un vistazo para concluir con seguridad quién es quién.
La banda sonora original de la película quedó a cargo de Alberto Iglesias, uno de nuestros más grandes compositores, colaborador habitual de Pedro Almodóvar y Julio Médem, pero que también ha trabajado con directores como Oliver Stone o Ridley Scott. Su música capta y transmite la extrañeza, el hipnotismo y el misterio que rodea a la figura de Lila. Además, el filme cuenta con canciones interpretadas por la cantante Amaral (quien dobla las actuaciones de Eva Llorach).
¿Somos lo que decidimos ser o lo que las circunstancias nos hacen ser? ¿Responden nuestras inclinaciones, habilidades o gustos a un yo interno o simplemente somos un producto de nuestro tiempo? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar para protegernos o para proteger lo que amamos? Estas y muchas otras cuestiones nos plantea esta historia que comienza trazando dos líneas paralelas para luego hacer que confluyan y finalicen convertidas en un círculo, si no perfecto (tendremos que perdonar ciertas licencias temporales), si extremadamente efectivo.
Espero que podáis disculpar mi exceso de filosofía y, sobre todo, que os animéis a disfrutar de esta pieza única que Netflix acaba de añadir a su catálogo.