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Crítica de Señor Manglehorn, de David Gordon Green

Pacino, de nombre Al. Eres un actor muy querido, tanto entre cinéfilos como entre pedantes, gafapastas, totoristas y amantes del puro entretenimiento casual. Por lo que sé, todos lamentan los derroteros de tu carrera, después de tanto éxito, de tanta actuación digna de recordar. Todos te valoran y lo harán siempre.

Hoy día existe una gran mayoría de tus seguidores que ha memorizado toda una retahíla de frases célebres salidas de tus labios o de todos y cada uno de tus personajes memorables, al completo, de forma que hasta serían capaces, tus seguidores, de mantener una conversación de cinco horas sólo utilizando tus diálogos, sin importar el nivel de frikismo de cada uno o sus gustos.

Crítica de Señor Manglehorn, de David Gordon Green 1

Un ejemplo de lo comentado, utilizando a los personajes ficticios Alfredo (el poligonero) y Patxi (el informático), a continuación:

-¡Quiero que te pongas en forma! –dijo Alfredo mientras señalaba las puertas de un gimnasio.

-Uno no se reforma –respondió Patxi negando con la cabeza-, sólo pierde fuerza con el tiempo.

¿Por qué no pruebas a meterte la cabeza por el culo, a ver si te cabe? –repuso Alfredo, visiblemente molesto por la inesperada contestación de Patxi.

-Ante la duda… folla –dijo Patxi, como queriendo quitar hierro al asunto de la cabeza por el culo.

No es personal, sólo negocio –al parecer Alfredo tenía acciones e intereses en dicho gimnasio-. La vanidad es mi pecado favorito –añadió.

De qué sirve confesarme, si no me arrepiento –Alfredo recurría así a la metáfora para hablar de lo gordo que está y de lo mucho que le gusta comer.

-Yo he llegado a muchas encrucijadas en mi vida –dijo Patxi extendiendo los brazos con las palmas de las manos puestas hacia arriba, como dando una lección más de comprensión humana-. Siempre he sabido cuál era el camino correcto. Sin excepción, lo he sabido. Pero nunca lo he tomado. ¿Por qué? ¡Porque era jodidamente duro! –dijo mientras intentaba rodear al orondo Alfredo con los brazos.

Amistad y dinero… agua y aceite –contestó Alfredo de forma tajante y rechazando el abrazo.

-Ya sabes lo que dicen, ¿no? Si amas el jardín de un hombre, ¡tienes que amar al hombre! –y a continuación Patxi le mostró el dedo Bárcenas a Alfredo y no se volvieron a ver más.

Crítica de Señor Manglehorn, de David Gordon Green 2

Señor Manglehorn: como sigas dándole a la cámara lenta voy a tirar la butaca por la puerta de la sala, ¡leñe ya!. ¿Y esa voz en off constante? Clara, haz el favor de regresar, que este hombre está muy mal. Ahora pasea, ahora se sienta a comer y a hablar, ahora cámara lenta otra vez, ahora una canción, ahora un perdedor. Manglehorn está amargado, pero quiere a su gato, ya es algo.

¿Quién es Clara? No es el gato, es una mujer muy importante, con la que Manglehorn solía comer, cenar y pasear, al parecer. La mujer perfecta. Y pasan los años y no la supera. Una mujer te ofrece una ducha en bolas contigo incluido y le hablas de Clara. ¿Por qué se llama Señor Manglehorn si tendría más sentido que se llamara Señorita Clara?

Crítica de Señor Manglehorn, de David Gordon Green 4

¿Quieren que añadamos a la lista de frases memorables una tan simple como ‘te echo de menos, querida Clara’? Aunque sea por los fans, qué menos, que algún guionista se lo curre y le dé algo más a Pacino, no sé. Sus fervientes admiradores sólo quieren volver a disfrutar de su talento en una película acorde a él. Mejor ver una buena sobreactuación que una actuación contenida en una cinta insulsa y triste. Triste porque lo único que ofrece es una hora y media de Al Pacino diciendo cosas muy cansado, invadido por un personaje cuyo carácter se ha apagado por la pena y se ha encendido por la mala hostia que se gasta, a pesar de haberse vuelto muy ingenuo, con los años, o de estar un poco empanado, que diría aquél.

¿Redenci…? No, no, tampoco; la típica película de andar por casa… y échate a dormir.

En fin. Luego le añadimos el drama de alguna otra persona del barrio o la familia y ya tenemos un largometraje independiente de bajo presupuesto y alta intimidad. Inocua intimidad.

He echado en falta que en esta película sonara el famoso tema de Joan Baptista Humet. Clara… distinta Clara.

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