Tangerine
Llegadas estas fechas, nunca está de más hacer una pequeña labor de visibilidad al cine LGBT. Y pese a la sensación de que en los últimos años estas relaciones tienen más visibilidad y normalización en los medios, nunca está de más sacar a la palestra este tipo de películas. En esta ocasión y empujada por trabajos del mismo director, me centro en la T del colectivo. Os hablo de la película Tangerine
En Nochebuena y después de pasar un mes en la cárcel, Sin-Dee, una prostituta transgénero se entera por parte de su amiga Alexandra, también prostituta transgénero, de que su novio la ha estado engañando en su ausencia. Aturdida por la noticia, Sin-De ese embarca en un frenético viaje para descubrir la verdad.
Con The Florida Project, el director Sean Baker ya había demostrado predilección por las historias de gente al margen de la sociedad. Y entiéndase que al mencionar esa gente externa a la sociedad que no se trata de personas de la peor calaña ni mucho menos, simplemente gente que existe pero que pasa desapercibida hasta el punto en el que llegan a ser inexistentes, y ni hablar ya de sus situaciones. Todo ello en sitios aparentemente idílicos y hechos a medida para encontrar la felicidad, pero como bien reza el dicho, no es oro todo lo que reluce. Son el perfecto ejemplo de los intentos de vender Estados Unidos como la tierra donde se cumplen los sueños, pero la realidad es diferente y contiene muchos sueños rotos.
“Los Angeles es una mentira perfectamente presentada”
Frente a la decisión de darles una voz a estos personajes marginados, es llamativo el contraste visual de Tangerine. Para explorar la parte menos glamurosa de Los Angeles se hace uso de una saturación de colores muy cálidos, un uso casi agobiante de muchos primeros planos a los personajes, el empleo de una música muy variada al servicio de las escenas y un montaje que en varias ocasiones da la impresión de estar viendo un videoclip. Resaltar también el hecho de que la cinta esté íntegramente grabada a través de un iPhone, detalle que contribuye a darle al conjunto todo ese realismo monstruoso y da un contundente golpe sobre la mesa respecto a las limitaciones económicas o de medios para hacer una película, tal y como hizo Soderbergh con Perturbada, solo que en su caso era por hacer algo más experimental y con el objetivo de transmitir agobio.
Respecto al planteamiento, uno podría pensar que es algo demasiado simple para mover toda una trama, o que es algo que cuando se haya cumplido no habrá mucho más que contar. Pero a medida que se van siguiendo los pasos de Sin-Dee y Alexandra, se les van añadiendo más capas a dos personajes que no podrían estar más en las antípodas. La primera por ser muy impulsiva y no tener pelos en la lengua y la segunda por ser bastante más contenida y en cierta forma ser la voz de la razón (y es de aplaudir que hayan escogido a dos personas trans para interpretarlas). Lo mismo sucede con Razmik, que podría limitarse a ser un simple estereotipo de inmigrante buscándose la vida en América y cuando se empieza a profundizar en su personaje se ven con claridad los problemas que tiene y su consecuente infelicidad, por no hablar lo bien que se integra su trama con la de Sin-Dee y Alexandra.
Y aunque Tangerine tiene sus momentos de comedia muy bien llevados ya sea por hipérbole o por alguna situación más cotidiana, no pierde de vista nunca que es un drama, tal y como refleja su clímax en el que la redención se antoja inexistente. En consonancia con todo el realismo tan sucio y crudo que se ha ido mostrando, el cierre no podía ser de otra forma. Porque, aunque la propia Cenicienta no consiga su final feliz o la felicidad no se arregle con una cálida y familiar cena navideña, las dos amigas van a estar ahí la una para la otra, y ambas pueden pasarlo mal, pero siempre es mejor tener a alguien como apoyo.