Perturbada
Si hay un calificativo para definir la filmografía de Steven Soderbergh, la palabra sería ecléctica. Como uno de los grandes exponentes del cine independiente made in USA, Soderbergh ha podido permitirse de todo a lo largo de su carrera, y su último trabajo no iba a ser menos.
Sawyer Valentini es una mujer que se ha mudado recientemente de ciudad debido al acoso que sufrió por parte de un hombre de su pasado. Como Sawyer tiene secuelas de esta experiencia, decide acudir a un centro médico para que la ayuden, pero acaban reteniéndola contra su voluntad. A partir de ese momento, Sawyer comenzará a dudar si lo que sucede a su alrededor es real o producto de su imaginación.
La gran baza de esta película como en todos los sitios anuncian es que está íntegramente rodada con un iPhone, y siendo sinceros, al principio sí puede resultar extraño, pero pasados unos minutos uno se acostumbra al formato. Además, cuando la historia va cogiendo forma, considero que el formato a través del iPhone ayuda a crear esa atmósfera tan asfixiante y claustrofóbica junto con unos primeros planos tan marcados de los personajes. No deja de ser un buen ejemplo de lo que se puede lograr con una tecnología asequible, y que un director consagrado haya querido experimentar esta forma de filmar no deja de ser un punto a su favor.
Dejando a un lado su aspecto técnico, sin duda la mayor sorpresa positiva que me he llevado tiene que ver con la historia, pues como indica en su sinopsis, durante la mayor parte del metraje se juega con esa ambigüedad en la que no se sabe si Sawyer está en lo cierto o son solo paranoias de su cabeza, pues generalmente la visión que presentan es la suya. No pude evitar acordarme de Shutter Island, salvando las distancias, y sabe mantener ese suspense hasta su tercer acto de manera muy solvente.
Pero además de esa ambigüedad, los temas tratados son interesantes, pues es algo que podría pasarle a cualquiera. Especialmente todo el asunto del acoso y de la masculinidad tóxica, con el que he llegado a sentir pavor de lo grave que es y que en este caso le sucede a un personaje de ficción, pero es creíble que haya miles de mujeres sufriendo este problema. Es algo que se graba en la cabeza y no sale de ahí, como si de una película de terror se tratase. También está el asunto sobre como se las gastan las instituciones médicas en Estados Unidos, algo que siempre ha sido un tema polémico y aquí, aunque no se haga demasiado hincapié en ello, da para debate.
Por supuesto, en esta especie de juego entre el gato y el ratón los actores son cruciales para transmitir esa tensión. He de reconocer que tenía mis dudas con Claire Foy, pues el tener su imagen televisiva como la Reina de Inglaterra en The Crown la veía como una persona más regia. Pero tras ver que sabe interpretar a una mujer que pelea con uñas y dientes hasta lograr su objetivo se ha disipado toda la incertidumbre que pudiera tener sobre ella. Y aunque la absoluta protagonista sea ella, el resto de los actores cumplen muy bien su cometido: Joshua Leonard como el acosador desquiciado, Juno Temple como una de las pacientes problemáticas de la institución o Amy Irving como la madre de Sawyer que está dispuesta a todo por ayudar a su hija.
Si tuviera que sacar algún defecto, diría que el ritmo no siempre es el mejor, sobre todo de cara al tercer acto donde a mí parecer hay cierto cambio de tono, que, pese a que fue de mi agrado, se nota un tanto brusco. Y tras verlo el final no terminó de convencerme del todo, pero tras reflexionarlo un poco más es un cierre perfecto, realista y coherente para todo el viaje de Sawyer. Uno que consigue poner los pelos de punta.