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The Beauty Inside

A la hora de hablar de cine surcoreano, lo habitual es que al público medio se le vengan a la cabeza intrincados thrillers con las venganzas más crudas, notables películas de terror o cintas con una acción apabullante. Sin embargo, si uno tiende a mirar hacia las series procedentes del mismo país y le pregunta al público sobre los géneros que más consume, posiblemente cambie a dramas o comedias románticos. Con este no quiero decir que ciertos géneros estén limitados a un formato, pero si resulta curiosa la predilección por uno u otro dependiendo del medio, por mucho que tanto películas como series puedan tener unos argumentos muy interesantes, como es el caso del filme de hoy.

Woo-jin es una persona que cada día cuando se levanta despierta siendo una persona diferente. Un hombre, una mujer, un niño, una anciana o una persona extranjera, por mencionar algunos. Su vida no tiene ninguna clase de constante más allá de su empleo, su amigo Sang-baek y su madre. Pero el asunto cambia cuando aparece Yi-soo, una chica de la que Woo-jin se va a enamorar perdidamente.

Es de agradecer que la película vaya directa al grano a explicar con pelos y señales qué es lo que le sucede a Woo-jin cada mañana de una forma muy visual y efectiva, pero sin ahondar en el motivo, pues la causa no es lo importante en este contexto. De esta manera, se puede realizar un pequeño ejercicio de empatía con alguien cuyo rostro, contextura y en definitiva, forma de ser muta cada 24 horas, algo que a todas luces será el principal problema que mueva la cinta. Porque, a fin de cuentas, ¿cómo puede encariñarse alguien que en un corto período de tiempo cambia radicalmente? La respuesta es sencilla, poniendo el foco en Yi-soo. Tanto a través de la mirada de Woo-jin y su proceso de enamoramiento como a través de la propia Yi-soo con su valentía incontestable por aceptar seguir los planteamientos de su corazón respecto a Woo-jin, por lo que es difícil no enamorarse de ella también.

Como todos los enamoramientos, comienzan de manera idílica, donde dos personas intentan conocerse mejor, con paso lento pero firme mientras todo alrededor se tiñe de color rosa. Pero esa solo es la primera fase, que puede alargarse por mucho tiempo hasta que la realidad da de bruces en las narices, pasando de la dicha al drama más puro como solo saben hacer en Corea del Sur sin despeinarse. El guion se ha tomado su tiempo en construir el vínculo, un vínculo que todo sea dicho es complicado de conseguir por la multitud de rostros que presenta Woo-jin. Y ahí es donde entra en juego el magnífico trabajo actoral por todo ese mosaico de actores y de la propia Han Hyo-soo como Yisoo, y es que en el fondo por mil caras que tenga la persona, hay una esencia que es inmutable, una especie de sensibilidad que acompaña siempre a su persona y una química que se va gestando entre ambos, que si en ocasiones es complicada de conseguir entre dos personas es casi imposible imaginar el trabajo que supone como tantas versiones de la misma persona.

The Beauty Inside

Con este interesante planteamiento, la película ofrece debates muy estimulantes sin forzarlos y manejando muy bien los tonos, de modo que no cae en el melodrama porque sí. ¿Acaso se puede llegar a amar a alguien que cada día físicamente es alguien distinto? ¿Qué tanto porcentaje de lo que constituye una persona es en base a su apariencia física? ¿Por cuánto tiempo puede sostenerse ese amor? ¿Qué efectos secundarios puede causar en la otra persona? ¿Cómo es el día a día de esas dos personas con esa relación tan particular? Y lo mejor de todo es que la película de forma orgánica va preguntándose estas cuestiones y muchas más sin darles una respuesta sencilla, pues al igual que el problema de Woo-jin, no hay respuestas sencillas capaces de satisfacer a todos.

Y aunque a lo largo de la película el ritmo pueda resultar irregular debido al ritmo y al peso de las acciones de los personajes haciendo que tal vez su segundo acto se sienta alargado de más, lo cierto es que el cierre es tan inevitable como inmejorable, que se siente como la vuelta al círculo perfecta y para cuando saltan los créditos es difícil no tener el corazón algo más blando y una sonrisa bobalicona en la cara. Porque a veces solo se necesita un argumento interesante pero también cuidado y mimo por ese planteamiento para llevarlo a buen puerto con un resultado tan enternecedor.

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