Almas en pena de Inisherin

Sin ser un nombre que a priori cualquiera pueda mencionar a la hora de nombrar a sus directores favoritos, lo cierto es que Martin McDonagh tiene una filmografía breve pero muy notable, que juntándola con su labor de guionista y el estilo tan particular a medio camino entre el drama y la comedia más negra logra que sin hacer mucho ruido sus películas se cuelen entre lo mejor del año para cierto sector de la crítica y para el público más generalista. Y tras su buen paso por los Oscars de 2017, había ganas de que volviera a la palestra.

Ambientada en la remota isla irlandesa de Inisherin durante la Guerra de Independencia, la historia sigue a Pádraic y a su amigo Colm, quienes se conocen de siempre. Sin embargo, un día de manera repentina Colm decide terminar unilateralmente su amistad con Pádraic. Pádraic intenta encontrar la lógica de la situación y tratar de reconstruir la amistad con Colm, pero a su vez Colm se mantiene firme en su decisión llegando incluso a darle un ultimátum a Pádradic, uno bastante más severo con profundas consecuencias

A pesar de su veterinaria, sigue resultando admirable la capacidad McDonagh para sacar petróleo de un planteamiento tan sencillo y que sea capaz de sostener la cinta por sí solo hasta el final. Y aunque que si bien es cierto que en esta ocasión el detonante es muy claro y estimulante, tanto el espectador como Pádraic quieren saber el motivo por el cual Colm ha cambiado tan repentinamente de actitud. La respuesta quizá tarde un poco en revelarse, haciendo que tal vez el primer acto se resienta un poco, pero cuando se da la justificación se abren más preguntas que respuestas y por tanto, la atención vuelve a focalizarse. También es a partir de ese particular momento que el tono se vuelve mucho más juguetón, con la mencionada mezcla entre drama y comedia negra.

Pero además de manejar a la perfección ambos géneros una de las mejores aptitudes del guion es que no se posiciona por parte de ninguno de sus dos personajes protagonistas, pues en cierto modo ambos tienen actitudes comprensibles fruto del contexto de la guerra civil irlandesa. Dicho contexto no solo es primordial para entender a Pádradic y a Colm, sino que inevitablemente envuelve a toda la isla, sus lugareños, sus instituciones y en general en el ambiente que se respira en Inisherin, donde la fotografía se encarga de hacer ver el paisaje en todo su esplendor como un terreno de abundantes prados y cierto encanto rural, pero a medida que uno se va acercando más al sitio puede ver con claridad como no solo los acontecimientos de la guerra han erosionado la mentalidad del sitio, sino también sus acantilados, sus construcciones y como las olas van desgastando todo lo que encuentran a su paso.

Con esta sutil perfilación del entorno y la afilada pluma de su guion, no es de extrañar que los actores estén en estado de gracia para sus respectivos papeles. Colin Farrell y Brendan Gleeson se reencuentran con McDonagh unos cuantos años después de Escondidos en Brujas, por lo que se siente como una reunión de viejos amigos donde se sabe perfectamente lo que funciona entre ellos, una reunión que por otra parte denota madurez y la sencilla necesidad de reflexionar sobre la amistad o la enemistad, según como se quiera mirar, y el paso del tiempo. Además, el filme cuenta también con un buen puñado de secundarios como Siobhán, la hermana de Pádraic, o Dominic, el extraño joven de la isla. Ellos en numerosas ocasiones son los encargados de poner esa pizca de humor negro a diversas situaciones o de abrir la veda para tratar temas mucho más serios.

En resumen, por su planteamiento se trata de una cinta a priori muy sencilla, pero una vez metido de lleno en ella casi todo funciona como un reloj bien engrasado y con unas probabilidades que no deberían funcionar tan bien, solo que el resultado es bastante satisfactorio y dentro de su mala baba encierra reflexiones que merecen que se les dediquen tiempo.