Amanece en Edimburgo
Dirigida por Dexter Fletcher y protagonizada por Peter Mullan y Jane Horrocks llega Amanece en Edimburgo, película basada en la obra teatral musical Sunshine on Leith de Stephen Greenhorn. La obra esta basada en canciones del grupo escocés The Proclaimers y ganó el premio al mejor musical del año.
La historia nos habla de tres parejas, la formada por un matrimonio y las que respectivamente forman sus dos hijos. Un secreto de familia estará a punto de acabar con todo y quedará por ver si el amor que se profesan es tan fuerte como para superar las adversidades.
Soy de las que opinan que cuando una película necesita de comparaciones para promocionarse es que la obra en cuestión no es demasiado potente. Frases del tipo “del director de tal película” o “ del productor de tal otra” no presagian demasiado buen material. Si además se establecen comparaciones directas con otras películas como es el caso, ya que la han catalogado como el “Mamma mia” de este año, casi mejor empezar a correr.
Elogios del tipo ‘triunfal’, ‘magnífica’, ‘contagia alegría’, le hacen un flaco favor a la película, ya que dichos calificativos no tienen demasiado que ver con lo que realmente encuentras.
Amanece en Edimburgo es una historia sencilla y modesta, romántica, previsible y algo azucarada. Eso no es nada malo ya que este tipo de historias también tienen su público. Lo que quizás más contrariado deja es el entrar a valorar cuanto tiene de musical. El musical es un género odiado y venerado a partes iguales. Unos dicen que está muerto aunque se siguen haciendo algunos intentos para resucitarlo, pero si dichos intentos tienen que ser como el presente casi mejor que se le deje descansar en paz.
El musical debería ser magia en estado puro. Sensaciones, sentimientos, coreografías y colores deben mezclarse y provocar una energía, ya sea triste o alegre, que otros géneros cinematográficos no pueden provocar con la misma facilidad. Siete novias para siete hermanos, Un americano en Paris, West Side Story, Sombrero de copa, My fair lady, ejemplos más cercanos como Grease o mas personales como Los paraguas de Cherburgo o más inquietantes como el de Lars Von Trier con Dancer in the dark son ejemplos de magníficos musicales que han dado y han mantenido la fama del género.
Amanece en Edimburgo, en cambio, se limita a cantar diálogos sin emoción alguna, a bailes estáticos y a una recolección de momentos devaluados, es decir escenas que nos recuerdan vagamente a otras originales que en realidad no son ni la sombra de las primeras. La escena de las gradas en Grease, la llegada de los marines en Un día en Nueva York o incluso de un modo mucho mas borroso parece intuirse la maravillosa batalla dialogada de West Side Story en la que se cantaba America.
Pero se quedan en eso, en detalles sin forma ni fondo que intentan imitar momentos imposibles de imitar y ese es el lastre que arrastra la película, la falta de originalidad.