Atlantique
Debido a las medidas extraordinarias que estamos viviendo en la actualidad, es el momento ideal para recuperar deudas pendientes. En el caso de hoy, se trata de la película que obtuvo el Grand Prix del jurado en el pasado festival de Cannes, y que, por fortuna, ha llegado a los hogares de gran parte del mundo gracias a Netflix: Atlantique.
Situada en un suburbio en Dakar, Senegal, un grupo de constructores de una torre, hartos de que su jefe no les pague por su trabajo, deciden echarse al mar con la esperanza de llegar a un país que les ofrezca un futuro mejor. Entre ese grupo de trabajadores se encuentra Souleiman, el amante de Ada, quien ya está prometida con otro hombre. Pasados unos días, llegan noticias de que el bote se ha hundido en el mar sin aparentemente ningún superviviente. Sin embargo, en el mencionado suburbio comienzan a suceder fenómenos extraños.
La cinta tiene el gran mérito de funcionar a nivel estético y a nivel narrativo, y ambos niveles tienen todavía más mérito de construir varias capas que forman una simbiosis indivisible. El filme está rodeado durante todo el metraje por un halo onírico, contribuyendo a la atmósfera de realismo mágico que se irá destapando. Se puede apreciar un contraste muy marcado entre el entorno más urbano de Dakar, en el que parece que la arena y el polvo traspasan la pantalla, pero con unas tonalidades más bien grises; y un azul como símbolo contemplativo, el color que acompaña a Ada en sus momentos más pausados, poéticos o reflexivos y un color que también se corresponde con su estado anímico, embelleciendo las imágenes sin frivolizar con la situación en ningún momento, similar a la estética que presentaba Moonlight. Y el océano pasa a ser el gran símbolo de la película, un océano que es tanto la barrera entre los protagonistas y una vida mejor como algo que lleva la incertidumbre en sus olas y al mismo tiempo, produce una extraña sensación de calma.
A ese ritmo y tono más intimista le sienta bien que la directora Mati Diop opte por un estilo de cámara en mano y planos fijos, ayudando a crear una sensación de observador en el espectador y de que todo lo que rodea a la película se sienta tan natural, pero cuando prefiere centrarse sobre un personaje en concreto ese tono intimista permanece y jamás se siente agobiante. Destacar también la muy envolvente banda sonora que se mimetiza a la perfección con las imágenes más bellas.
En cuanto al eje narrativo, el océano también tiene un propósito extradiegético al igual que el sol en su cénit y su escondite en el horizonte, pues sirven de forma excelente para las transiciones que tienen lugar. Y respecto a las mencionadas capas, la labor que hace para mezclar un drama mayormente desde el punto de vista de una adolescente con el amor como principal motor, con crítica social al país, con una subtrama policíaca y con toques de fantasía es espectacular. De este modo, hay una parte de la historia que puede apelar a varios espectadores, pero al final el uno no se acaba entendiendo sin el otro, aunque sí es cierto que de primeras pueda resultar demasiado impactante la incursión de alguna de las partes.
A la crítica social no le hace falta ser muy extensa, pues con un par de pinceladas quedan bien presentados los problemas tales como el abuso de poder por parte de la Policía, un jefe que abusa de sus trabajadores, como la emigración no es un simple capricho sino una necesidad, la extensión y práctica de los matrimonios concertados, el papel de la mujer en la sociedad y cómo parece que no importa si es joven, madre, anciana, prometida, casada o soltera que su opinión y deseos al lado de un hombre son irrelevantes, o como Ada se debate entre tener una vida más fácil pero infeliz en una jaula de oro frente a seguir los deseos de su corazón y tomar las riendas de su vida. Y como se puede comprobar por su tratamiento, muchos de estos temas no son necesariamente locales de Senegal, sino que la mayoría de ellos son comprensibles más allá de sus fronteras.
Tal vez el defecto mínimo que se le pueda sacar es que a veces la mezcla de géneros no termina de salir del todo bien, especialmente al principio, pero una vez establecido el porqué de la cuestión, todo fluye con vida propia.