Soul Kitchen
Si se me lleva siguiendo desde hace unos años, se puede notar con cierta claridad mi preferencia por algunos realizadores, hasta el punto de que cuando anuncian nuevos proyectos cuentan con mi total atención. Uno de esos nombres puede ser Fatih Akin, que de a poco con su filmografía se ha ido ganando un hueco en mi lista de referencia con dramas tan desgarradores como Contra la pared o En la sombra. Sin embargo dentro de su filmografía destacaba una película que si bien parecía contener muchos de los elementos que daban forma a su cine, se diferenciaba radicalmente por el tono mucho más cómico que proponía.
Zinos es el dueño de un restaurante en Hamburgo al que parece que la vida no le da un respiro. Su novia Nadine se ha mudado a Shangai por una oportunidad laboral, su severo chef esta causando malestar y enfrentamientos entre el restaurante y los comensales, su hermano problemático Illias acaba de salir de la cárcel con los mismos vicios de siempre y para colmo a Zinos recientemente le han diagnosticado una hernia discal. Pero además Zinos también tiene que enfrentarse a varios especuladores que quieren acabar con su restaurante y usar el local para otros fines.
Desde luego la sinopsis no esconde lo que se puede encontrar en la cinta: una disparatada comedia de varias situaciones rocambolescas. Y es curioso como Akin y su coguionista Adam Bousdoukos (quien también es el encargado de dar vida a Zinos en el filme) adoptan el tono cómico desde el principio a raíz de situaciones que fácilmente podrían haber virado al drama. Se ve como a Zinos no paran de llegarle reveses de la vida o del destino, cada uno más severo que el anterior, y aun así Akin con todos esos golpes y miserias tratados de forma más ligera a lo que acostumbra aprovecha para hacer pequeños comentarios sociales: La diferencia entre la forma de vida de los hermanos inmigrantes con una mentalidad más mediterránea frente a las rígidas capas de la seria sociedad alemana, la búsqueda por la contracultura y lo hípster en la ciudad de Hamburgo, las dificultades que tienen las personas para sobrevivir al día a día a través de los personajes de Lucia y Lutz, o lo carroñeros y despiadados que pueden ser los peces gordos inmobiliarios cuando se les mete algo entre ceja y ceja. Y dado que la historia transcurre con un restaurante de fondo, tampoco falta la sutil crítica culinaria gracias al personaje del chef Shayn.
Sin embargo, debido a contar con grandes ingredientes para hacer un menú apetecible, no siempre terminar de cuajar. Durante el primer acto queda el regusto de tal vez hay demasiadas subtramas, algunas de ellas que incluso pueden opacar la trama principal del restaurante. No es hasta el segundo acto donde todo empieza a fluir con más naturalidad, donde las subtramas se van superponiendo las unas con las otras de manera más orgánica y asentando mucho mejor el tono de comedia disparatada. La sucesión de ligeros y manidos gags y situaciones estrafalarias se vuelve más manejable hasta su satisfactorio final, todo casa mejor encontrando su camino a pesar de que las situaciones pasen de lo cotidiano a lo exagerado en unos segundos, resultando hasta cierto punto sorprendentes y donde la comedia hasta cierto punto incómoda siempre está presente. Y aunque Akin opte por un tono más cómico para esta ocasión, su estilo en la silla como realizador sigue siendo muy sutil. La cámara en mano sigue predominando, pero en cambio los planos fijos largos se sustituyen en pos de un ritmo algo más ágil, al servicio de la historia, y alguna virguería visual como el uso del ojo de pez para aquellas escenas mucho más desenfadadas.
Para llevar a cabo esta tarea, da gusto que todos los actores estén en la misma página respecto a al tono, dando personajes memorables. Adam Bousdoukos como Zinos demuestra no tener miedo a nada de lo que se le eche encima, así como cero vergüenza o sentido del ridículo. Los secundarios como Moritz Bleibtreu, Lucas Gregorowicz o Anna Bederke podrían quedar reducidos a estereotipos, pero a medida que avanza el metraje tienen más capas de las que podrían aparentar y consiguen que sus escenas sean muy reconfortantes pese a la diferencia de caracteres. Y por supuesto, Birol Ünel, el cascarrabias chef Shayn que regala a mi parecer algunas de las mejores escenas de la película a pesar de que su personaje se acabe perdiendo entre tanta subtrama y no sea tan utilizado como debería.
Estando ya familiarizada con el realizador germano turco, podría decir que se trata de un trabajo algo menor por su parte aunque sus señas de identidad sigan estando a la vista. No deja de ser una comedia ligera que funciona de manera correcta, aunque a veces los ingredientes del menú pueden sentir que no caben en la mesa, al final de la degustación el sabor que queda es bastante agradable al paladar.