Belzebuth
A inicios de 2019 se estrenó en las carteleras de algunos cines la película Belzebuth, dirigida por Emilio Portes. Una cinta de terror bien ejecutada, sobresaliente, que destaca por alejarse de las características comunes en el “nuevo cine mexicano”, pero también esquiva con bastante éxito los clichés propios del género. Si bien, evita los Jump Sacares y maneja su terror con sello propio, tampoco pierde la oportunidad de rendir homenaje a clásicos del cine de posesiones y asesinos seriales.
La historia se ejecuta en la frontera entre México y Estados Unidos, en donde el agente de policía Emmanuel Ritter (Joaquín Cosío) comienza a investigar una serie de homicidios cometidos contra niños ejecutados de maneras crueles y sanguinarias. Motivado por el asesinato de su propio hijo, poco a poco descubre que los crímenes podrían estar ligados con fuerzas demoniacas más allá de este mundo.
En el elenco de Belzebuth, además de Joaquín Cosío que ya había trabajado con Portes en la película “Pastorela”, no sólo participan con buenas actuaciones los mexicanos Enoc Leaño (Roma), Giovanna Zacarías (La leyenda del Zorro), José Sefami (Amores perros), Yunuen Pardo, Aída López, Felipe Tututi, entre otros; también cuenta con la participación de dos actores norteamericanos Tobin Bell (Saw saga) y Tate Ellington que aportan un ambiente diferente a la narración, llevándola a su propio ritmo y conjugando sin problema con la historia.
Más allá de su terror fantasioso en donde el diablo es el autor intelectual de los horrores, Emilio Portes se atreve a dejar en evidencia las realidades que duramente se enfrentan en su país natal, como los crímenes perpetrados por el narcotráfico, las injusticias, la corrupción y la vida que sigue su curso a pesar de todo.
El personaje interpretado por Cosío es genial, porque es una calca de los policías mexicanos, con su sobrepeso, su desidia para hacer las cosas, la frialdad al interrogar a un testigo, una incredulidad imperante y también la natural desconfianza en el agente extranjero, lo que hace alarde del orgullo del pueblo. No deja de lado la queja eterna contra las autoridades, que por mucho que investigan rara vez resuelven algo y las más de las veces ni siquiera se toman la molestia de investigar, porque así es la marginación en México.
Además, la trama también va un poco en contra de la religión y las formas de proceder de los sacerdotes, todo ello sin quitarle protagonismo a la historia principal, a la lucha del bien contra el mal y, afortunadamente, sin exagerar nada. Sin embargo, es en este punto en que el final comienza a volverse un poco flojo y aunque tiene escenas buenas no termina de redondear y cerrar la narración con un argumento poco convincente.
Por lo demás, es de aplaudir la manera en que se ejecutó Belzebuth pues, aunque tiene algunos errores en la elección de los planos y escenas que se alargan sin necesidad, es importante destacar que la elección de la luz logra un ambiente tétrico y escalofriante, y que además la edición de sonido es crucial para ambientar y añadirle mucha más fuerza atrayendo al espectador para sumergirlo en su atmósfera y conseguir darle más de un buen susto.
Lamentablemente, a pesar de ser una buena película, aún con sus fallas que están presentes pero bien salvadas, esta producción no tuvo el apoyo que quizá merecía; pues además de cargar en sus hombros el peso de tener a un director que, a pesar de ser bueno, no se apellida Cuarón, Iñarritu o Del Toro, también está el estigma del nuevo cine mexicano del que se promocionan más las comedias románticas y las películas de narcos (como si fuera motivo de orgullo) y a otros géneros como el terror se les deja un poco en el olvido.