Cuando Ron Krauss escribió y dirigió Buscando un destino (Gimme Shelter, 2013) parecía tener claro que no buscaba el artificio, sino el retrato crudo de una realidad demasiado cotidiana. La película se apoya en una historia dura y directa, protagonizada por una sorprendente Vanessa Hudgens, que se aleja de todo lo que le habíamos visto hasta entonces. Aemás, esta reseña forma parte de mi ya clásico especial de verano, que solo entiendo yo.
Sinopsis de Buscando un destino
Agnes «Apple» Bailey (Vanessa Hudgens) es una adolescente embarazada que huye de su madre abusiva y drogadicta en busca de su padre. Lo encuentra, pero cuando descubre que está embarazada, ella y su bebé no son bienvenidos en su nueva familia.
Tras un accidente, Apple despierta en un hospital y conoce al Padre McCarthy (James Earl Jones), que le ofrece ayuda. Acaba en un refugio para jóvenes embarazadas dirigido por Kathy (Ann Dowd), donde por fin encuentra lo que siempre le faltó: cuidado, comunidad y una mano tendida sin condicionales.
Análisis: corazón en crudo y actuación que empuja
Nada más ver a Hudgens con el pelo corto, desaliñado y esa mirada rota, sabes que estamos fuera del universo Disney. Vanesa Hudgens demuestra que la cámara no miente: cada gesto, desde el rifirrafe con su madre (Rosario Dawson) hasta los silencios que ella sostendrá con Kathy, transmite una valentía ligadísima a la vulnerabilidad.
Visualmente, el director Ron Krauss no busca el espectáculo, sino la honestidad. El tratamiento de luz natural en algunas escenas del refugio contrasta con los neones del hospital o la suciedad de la calle, casi como si la vida de Apple estuviera en escala de grises, hasta que la calidez del refugio empieza a teñir todo. La música de Ólafur Arnalds acompaña sin avasallar, como ese cable a tierra que impide que la emoción se derrame en lo efectista.
Lo que más me mueve al ver Buscando un destino no es su trama (temática difícil de abordar, sí), sino cómo me habla desde la pantalla. Me hace pensar en algunos casos que conozco de chicas que tenían miedo real y que solo necesitaron un gesto para cambiar sus vidas. La película no transforma el mundo, pero te recuerda que, de verdad, una mano amable puede sostenerlo todo.
No es una historia de éxito rápido, pero sí de resistencia. Y no es falsa: cuando Apple encuentra esperanzas, el abrazo no es cinematográfico. Es simple, como la vida real limpia que a veces ni pedimos, solo necesitamos.
Sí, el guion peca de evidente en ocasiones y se le nota que quiere inspirar desde las ganas, más que desde la sutileza. Pero hay momentos brutales en su honestidad. Ahí está una escena entre Apple y Kathy que llega como navajazo, pero sin violencia: intimidad pura.
Buscando un destino no es redonda, pero sí necesaria. Se sostiene con las interpretaciones, las emociones crudas y esa capacidad que tiene el cine pequeño de recordarnos que un abrazo puede reescribir una historia. Me deja con ganas de escribir, de pasar ese café nocturno con alguien y hablar sobre lo que significa no rendirse.