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Caché (Escondido) | Crítica de la película

Debido a los tiempos en los que vivimos, uno no sabe con qué estado de ánimo se levantará. Para los que tenemos un poco más de tiempo libre, esto se puede traducir en lo que le apetece ver, y en mi caso ligado con el estado de ánimo llega la variedad y el anteriormente mencionado afán de quitarse deudas pendientes, como es el caso de hoy. Os hablo de Caché (Escondido).

Georges Laurent es un hombre de clase media alta que presenta un programa literario en la televisión y lleva una tranquila vida con su mujer Anne y su hijo Pierrot. Pero su vida pronto dará un vuelco cuando lleguen a su casa unas misteriosas cintas de vídeo sin remitente que contienen metraje de vigilancia de su propia vivienda, junto con unos inquietantes dibujos. El metraje de las cintas se va volviendo más personal, por lo que Georges y su familia deciden alertar a las autoridades. Sin embargo, ante la negativa de estas a una investigación, Georges investigará el origen de las cintas por su cuenta.

Desde su primer fotograma, la película pone en alerta al espectador sobre un inquietante voyeurismo. Y como ya es marca en el realizador austriaco, ese voyeurismo consigue calar a base de planos secuencia en los que la cámara de limita a estar fija o por el contrario hace suaves paneos y travellings que refuerzan la sensación de cotidianidad pero que no despegan el ojo (y nunca mejor dicho) de sus personajes, creando una atmósfera de tensión contenida que en cualquier minuto puede estallar y que, sin embargo, también haciendo gala de sus marcas estilísticas, los estallidos de tensión o violencia llegan en el momento más inesperado en forma de buena bofetada. Asimismo, se juega con la sensación de vigilancia perpetua mediante una ruptura de la cuarta pared (algo que ya hacía en Funny Games) que no se termina de saber si es algo diegético o el propio Haneke guiando el ojo del espectador.

Además del personal pero efectivo tratamiento en lo que, al montaje, fotografía y devenir narrativo se refiere, hay que poner el foco también en el tratamiento de la escenografía. Ahí se puede vislumbrar con claridad el talento narrativo para contar mucho sobre la forma de vida de los personajes. Como esa cotidianidad buscada con un sencillo recorrido a la casa aporta información más que suficiente para saber qué clase de familia es la de los Laurent y qué clase de familia es la de Majid. Y entre las grises paredes del hogar de los Laurent se puede apreciar como, a pesar de dar la imagen de una familia normal, en realidad está muy resquebrajada, solo que las cintas serán el detonante para terminar de dinamitar unas relaciones familiares tensas. Es aquí donde más brillan Daniel Auteuil y Juliette Binoche como Georges y Anne respectivamente, encarnando a una pareja que, si bien llevan una buena vida laboral, tienen graves problemas de confianza entre ellos.

Caché (Escondido)

Continuando con el aspecto narrativo y sin querer desvelar mucho de la trama, resulta brillante como Haneke pone en el epicentro de la película uno de los eventos más sangrientos y reprobables de la historia de Francia para reflexionar sobre la propia naturaleza del acontecimiento, las abismales diferencias entre clases sociales, la capacidad que puede tener la gente para mirar a otro lado con ciertos problemas, las envidias y como los errores del pasado no se quedan olvidados, sino que vuelven en forma de búmeran en el futuro con consecuencias fatales. Pero todas estas conclusiones son fruto del espectador, pues no se resaltan con ninguna clase de ímpetu.

El único farolillo rojo tiene que ir para su clímax, o más bien, su falta de clímax. Para una cinta que durante gran parte del tiempo ha conseguido una magnifica tensión a base de jugar muy bien con el punto de vista y de sorprender hasta el punto de dejar mal cuerpo con las escenas donde la tensión explota, se echa en falta que tenga un cierre más contundente. Por otro lado, si durante todo el metraje se ha jugado a que cada uno saque sus propias conclusiones, no es del todo extraño que su final juegue a lo mismo, solo desearía que se sintiera más como un cierre.

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