La brújula dorada
El año pasado, BBC y HBO decidieron unir fuerzas para adaptar en formato serie La materia oscura, siendo esta la segunda ocasión en la que se adaptaba la famosa novela de Philip Pullman. Dado que la misma serie se convirtió en una de las más gratas sorpresas televisivas del pasado año, ha llegado el momento de volver a la película y ver qué salió mal en aquel primer intento. Os hablo de La brújula dorada.
En un universo paralelo, la historia sigue a Lyra Belacqua, una joven huérfana que vive en el Jordan College, Oxford. Lyra se embarca en un viaje para salvar a un amigo de una misteriosa organización. En su camino conocerá a varios aliados y contará con la ayuda de un aletiómetro, un objeto que solo es ella es capaz de leer.
A priori he de reconocer que el único acercamiento que he tenido a esta historia es a través de sus dos adaptaciones a la pantalla grande y pequeña. De primera mano no puedo hacer un análisis concienzudo, por lo que, si en algún momento he de tirar de comparaciones, será más entre la película y la serie, pese a tener un mínimo de conocimiento sobre su referente literario. Aclarado este punto, procedo.
Cuando se tiene entre manos un material literario tan rico, lleno de matices y ambicioso, resulta comprensible que haya que tirar de recursos como la voz en off o tomarse licencias para explicar cómo funciona un universo o la misma mitología, y más si se tiene en cuenta que el tiempo que maneja un largometraje es más condensado que el de una novela. Lo que no es comprensible es que toda la película se base en la explicación y que durante todo su metraje vuelque información sin descanso sobre el espectador. Todo ese tiempo podría beneficiarse de construir las relaciones entre personajes o de darles un trasfondo que los hiciese creíbles, pero ya sea por la propia naturaleza de la cinta o por un fallo de construcción de guion inicial prefiere dedicarse a contar antes que mostrar.
Con tanta información que procesar, uno podría esperar al menos que el ritmo fuese algo más pausado. Sin embargo, da la sensación de que quieren quitarse todo el planteamiento y parte de el nudo para dejarlo en manos del desenlace. Su montaje es una sucesión de escenas apresuradas y en algunos casos mal ensambladas, y ni siquiera los momentos más dramáticos terminan de funcionar ni de generar cierto impacto. Y ya ni hablar de como se pasa de puntillas sobre el Magisterio, organismo todopoderoso que controla todo y a todos en este universo, pero que simplemente se le nombra y no se da una muestra real de todo su poder, por no mencionar como le quitan todas las evidentes connotaciones religiosas que tiene en su material original.
Para terminar de rematarlo todo, adolece de un mal de esta clase de adaptaciones literarias: Tener un final en el que se establece una hipotética trama a desarrollar en una secuela, o mejor dicho, de no tener un final para la historia que han querido contar. Secuela que, por un motivo u otro, jamás llegó a realizarse, dejando una película a todas luces inconclusa y a los espectadores con una cara para enmarcar.
A pesar de los numerosos problemas, lo habitual en una producción de este tipo es que su apartado visual esté bien tratado. Sin resultar muy novedoso, todo el diseño de producción, el vestuario y la peluquería da la sensación de hallarse en un universo parecido al nuestro, pero con alguna pincelada muy bien introducida que lo hace diferente. Especial aplauso merecen los responsables de efectos especiales, que son sin duda lo mejor de toda la película y su labor para hacer que los daimonions o los panserbjørns parezcan reales y se integren tan bien con su entorno es simplemente espléndida, no en vano este trabajo fue recompensado con un Oscar en su categoría. Y porque no decirlo, las escenas de acción, como no podía ser de otro modo, están muy bien resueltas.
Sobre los actores, poco que decir. Pese a contar con un reparto llamativo, hacen su cometido lo mejor que puede teniendo en cuenta en casi nulo desarrollo que les plantean. Es cierto que Lyra lleva prácticamente todo el peso de la acción y que el resto de los personajes pasan a ser muy secundarios, algunos de forma muy sangrante y con potencial desaprovechado. Tal vez la única a destacar de manera positiva sea Nicole Kidman, y nuevamente con la sensación de que se quedan en la superficie.
En general, no es una película que se haga muy aburrida, es simplemente que tiene un gran potencial desperdiciado, queriendo comprimirlo todo de cualquier manera y casi con total seguridad despojando a la propia obra de lo que la hacía especial. Por fortuna, el formato serie le sienta de maravilla, pudiendo desarrollar la mitología, los personajes y las tramas sin tanta atadura y con un resultado mucho más notable.