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El monstruo de St. Pauli | Blog de cine

Después de las más que buenas sensaciones que me había dejado Fatih Akin con sus largometrajes En la sombra y Contra la pared, el ver que tenía un proyecto en camino y con una temática de mi particular interés creó ciertas expectativas. Pero tras su recibimiento mixto en festivales las expectativas no fueron disminuyendo, sino cambiando con el objetivo de mentalizarme sobre qué clase de película podría esperar. Os hablo de El monstruo de St. Pauli.

Basada en la novela homónima, el barrio de St. Pauli en Hamburgo durante los años 70 suele estar frecuentado por las personas de la clase social más baja y cuyo lugar de reunión es el bar “El guante dorado”. Fritz Honka vive en el propio barrio y también frecuenta el mencionado bar en busca de mujeres, pero nadie sabe que Honka es en realidad un sádico asesino.

Quiero poner sobre aviso que pese a lo curtido que uno pueda estar de ver terror, todo tipo de mutilaciones, cantidades industriales de sangre y de vísceras; y situaciones grotescas en general, el nuevo trabajo de Akin es de difícil digestión. Y que no se malinterprete, esto no es una frase hecha, es una advertencia real porque el contenido dista mucho de ser plato de buen gusto. Gran parte de este buen resultado de repugnancia se debe a la atmósfera creada, una atmósfera sucia de la que el Tobe Hooper de La matanza de Texas podría estar orgulloso. Uno prácticamente puede sentir el olor a aire viciado, cigarrillos, cerveza y ginebra a lo largo del metraje, eso sumado a la decadencia y la miseria de todos los personajes que desfilan por las localizaciones hace que la podredumbre en todas sus vertientes traspase la pantalla.

El monstruo de St Pauli

A esta sensación de realismo sucio contribuye también el estilo naturalista del director. Como viene siendo habitual, se decanta por unos planos generales fijos y generalmente largos que ayudan a la sensación de estar viendo una escena cotidiana. Y en un principio puede parecer que la violencia queda fuera de cámara (incluso sugerida resulta escalofriante), pero no tarda en escalar hasta que a uno le asalta el pensamiento de que tal vez no debería estar mirando. Pero hasta cierto punto no busca recrearse en ella, solo retratar la clase de monstruo que es Honka a través de su comportamiento, aunque al estar tratada con tanto realismo y tanta naturalidad que es inevitable no estremecerse, y más si se tiene en cuenta que se basa en un hecho verídico.

Pese a la crudeza y a la sordidez del material, Akin no renuncia a otro de sus puntos fuertes: Hablar de un segmento de la sociedad de Hamburgo. Indudablemente el foco está en Fritz Honka, pero eso no le impide detenerse en los personajes del barrio de St. Pauli y clientes habituales del bar, entre los que se encuentran prostitutas, borrachos o mendigos. Al fin y al cabo, se trata de una época en la que en Alemania todavía se notan las consecuencias de los conflictos del pasado y de un país que no terminaba de levantarse del todo. Se nota en la mirada de estas personas que han pasado por tiempos peores, hasta el punto de que ya no les queda nada.

El monstruo de St Pauli

Más allá de la visión de los hechos, hay un trabajo sobresaliente respecto al diseño de producción. He comentado antes la atmósfera creada, pero la reconstrucción del propio barrio y del apartamento de Honka no se quedan atrás. La ambientación en ese Hamburgo sucio junto con las localizaciones clave están cuidados hasta el más mínimo detalle, tal y como se puede apreciar en los créditos. Mención aparte merece el sobresaliente trabajo de Jonas Dessler como Fritz Honka. Su interpretación va más allá de la excelente transformación física (animo a cualquiera que la vea a que busque en Internet el aspecto real del actor), pues se ve a un autentico monstruo que pese a su patetismo actúa con total impunidad y con una crueldad desmedida e impredecible, resultando en una de esas actuaciones que se meten debajo de la piel.

Además de la inherente repugnancia que lo envuelve todo como principal punto en contra, hay ocasiones durante el metraje en las que no queda del todo claro hacia donde se dirige la trama, pero al final todo tiene un contexto. No me atrevería a recomendarla siendo la clase de película que es, aunque si finalmente alguien opta por ello al menos estará ante una experiencia muy potente y difícil de olvidar.

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