No quería dejarme sin comentar esta segunda parte titulada: El retorno del Dr. Phibes (1972), dirigido de nuevo por Robert Fuest, con guion de Robert Blees y el propio Fuest. Secuela de El abominable Dr. Phibes, vuelve Vincent Price como Anton Phibes, este ente de venganza estética y teatralidad mórbida. No alcanza la sorpresa de la original, pero sí aporta bastante de lo que uno espera: métodos de muerte creativos, diseño de producción barroco, humor negro y ese aire decadente británico que en los setenta sabía vestir bien el terror.
Sinopsis de El retorno del Dr. Phibes
Tres años después de los hechos del primer film, Phibes emerge de la animación suspendida en la cripta en que quedó tras finiquitar su campaña de venganzas contra los médicos responsables de la muerte de su esposa Victoria. La luna, en una alineación planetaria que se da cada dos mil años, le devuelve la vida. Pero su casa ha sido destruida, los pergaminos que trazan el mapa del “Río de la Vida” los han robado, y un rival llamado Darius Biederbeck (Robert Quarry), que ha mantenido su juventud gracias a un elixir especial, también busca el río para lograr la inmortalidad. Phibes, acompañado por su silenciosa asistente Vulnavia (Valli Kemp), inicia su persecución: entre muertes extravagantes, trampas mecánicas y un viaje hasta Egipto en busca del templo oculto donde se encuentra ese mítico río.
En cuanto al reparto, Vincent Price se entrega como en la anterior cinta: magnético, excéntrico, poderoso en su teatralidad deformada. Robert Quarry interpone a un rival con cierta astucia, mientras que Peter Jeffrey regresa como el Inspector Trout, intentando hilar las pistas imposibles. Valli Kemp como Vulnavia añade esa presencia silenciosa e inquietante, vestigio del arte escénico expresivo. Fiona Lewis, Hugh Griffith, John Thaw y otros completan un elenco que vive en los márgenes del exceso, lo cual encaja perfectamente aquí.
Reseña de la película
El retorno del Doctor Phibes no sorprende tanto como su predecesora, eso está claro. El ritmo a veces siente que mastica lo ya visto; los asesinatos son menos memorables, el misterio menos vigoroso, pero aún así tiene un encanto innegable. La puesta en escena luce: el art déco, los decorados ornamentados, el órgano, la filigrana visual, los sacrificios teatrais… todo eso se revive con gusto. No obstante, la frescura que tenía el factor sorpresa en el original se pierde; aquí lo que se disfruta viene más del “¿cómo lo hará esta vez?” que del miedo genuino.
Hay algo curioso viendo El retorno del Doctor Phibes: uno no puede evitar pensar que la obsesión, si se adereza con suficiente estilo, puede parecer casi razonable. Phibes ya no busca justicia, sino inmortalidad, y lo hace con la misma elegancia con la que otros se ponen los guantes para cenar. Esa mezcla entre devoción y locura es lo que lo hace fascinante: el tipo cree que el amor lo justifica todo, incluso abrir un sarcófago para encontrar un río místico. En el fondo, la película habla de eso: de cómo a veces el deseo de no soltar lo perdido nos empuja a construir templos imposibles, aunque se nos caigan encima.
El villano tiene momentos magníficos: Vincent Price otra vez da espectáculo, Quarry es un rival digno en presencia, aunque no igual en ingenio. Las muertes tienen creatividad, pero la narrativa general siente que arrastra ecos de lo ya visto, los diálogos explicativos sobran, y algunos pasajes pierden fuerza por falta de ritmo o por la lógica interna absurda… aunque, bueno, en este tipo de cine absurdo eso ya forma parte del encanto, si lo aceptas.
El retorno del Dr. Phibes no supera a El abominable, pero sí sirve como secuela razonable: entretenida, visualmente rica, con muertes retorcidas y elenco que se luce. Si estás con ganas de cine clásico, de horror barroco con glamour, este Phibes sigue siendo digno de una noche de Filmfilloween. No es perfecta, pero merece ser vista.