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Crítica película Florence Foster Jenkins

Hace una semana, más o menos, aparecían por El Hormiguero -el programa de Pablo Motos al que no se recomienda asistir como público hasta que no cambien el animador del mismo- Renée Zellweger y Patrick Dempsey, conocidos en sus casas -las de los televidentes- como Bridget Jones y doctor macizo (McDreamy en VO). Ambos dos estaban en el programa con la intención de promocionar su última película, Bridget Jones’ Baby, tercera parte de las aventuras creadas por Helen Fielding en forma de novelas. En las dos primeras entregas de dicha trilogía, uno de los ingredientes clave de la trama recaía en el personaje de Hugh Grant, cuya presencia en esta última cinta es inexistente (puede que porque Bridget le diera calabazas). Quién sabe hasta qué punto esas calabazas -supuestas hasta que vea alguna de esas películas- han sido claves para que Hugh Grant haya rodado otro film en su lugar y haya pasado por el mismo hormiguero que su antigua compañera de reparto una semana después, pero para promocionar Florence Foster Jenkins (o la, calculo, séptima parte de Bridget Jones), donde comparte protagonismo -en un segundo plano- y amor con Meryl Streep, la mujer que ha demostrado valer para todo, y cuando decimos todo es todo, cantando bien, cantando mal, tocando el violín, la guitarra, rapándose la cabeza para una escena de 5 segundos (que consigue lo que pretende), y sin nunca perder la credibilidad. Muchos de sus fans ya están recogiendo firmas para que protagonice la próxima película de Batman (ya sea como Alfred o como Bruce Wayne).

¿Con esto qué quiero decir? Nada en absoluto (salvo comentar la similitud de los carteles promocionales). Vayamos al meollo del asunto (y perdón por el chop):

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Florence Foster Jenkins -el ser humano real que es retratado en la película- es, abiertamente y sin ningún tipo de cuestionamientos, la peor cantante de la Historia, algo así como la Ed Wood de la música. Es cierto que con los años han surgido otros artistas comparables e incluso con un talento mucho más limitado, pero entre playbacks, autotunes o post-producción, la cosa suele quedar mucho más profesional y sin personalidad ahora que antes… aunque también, seguramente, el honorable título se deba a que hay algo atractivo en haber sido el primero, algo que les convierte en gente con un encanto especial a ojos nuestros. Personas que, incluso en su época, obtuvieron la admiración y la lealtad de las personas suficientes para cumplir sus sueños y disfrutar de ellos, al menos por un tiempo.

Jenkins fue sobre todo una filántropa amante de la música, que sostuvo económicamente algún que otro club durante años e incluso en tiempos de guerra se mantuvo al pie del cañón. Quizá, al menos por cómo se nos muestra en la película, se trataba de una persona muy ingenua y sobreprotegida por sus seres queridos, pero había vivido lo suyo y es posible que esa ingenuidad la salvara constantemente y fuera una ayuda -tal vez sobrehumana- para seguir adelante con su vida (en base a sus tristes precedentes). La gran cuestión, sin embargo, es si Florence Foster Jenkins, como película, tiene algún interés (en la forma en que está contada) si no tienes ningún conocimiento de la existencia de dicha señora, cuyos hitos como la peor cantante de la Historia se pueden resumir en: llenar el Carnegie Hall y vender una enorme cantidad de discos para la época.

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Ahora resulta más llamativo o interesante ver que existe -o existía- gente que se ríe de esa manera de alguien sólo porque cante mal o muy mal. Entiendo que flipes en colores y te preguntes qué haces ahí y cómo has pagado por lo que te estás tragando (ensimismado por el hecho de no vomitar al hacerlo), pero es que tampoco es para tanto, ¿no? Ahí está Enrique Iglesias y otros muchos, y al primero ya lo intentaron ridiculizar en tiempos de Crónicas Marcianas y aún recibe bragas/calzoncillos en el escenario, se pone gorras que no dejan ver qué hay debajo y vende un montón de singles a diario (o me los vende Spotify en cada anuncio). Puede que lo que la película me quiera decir es que para reírse de ella tienes que ser un bohemio vividor o un militar, una de dos. Lo raro, entonces, es que se riera el repeinado personaje de Wolowitz (Simon Helberg), porque es alguien refinado y elegante, aunque quizá la explicación está en que finalmente no lo era, y de ahí su afán tardío por convertirse años después en Arnold Schwarzenegger.

En cualquier caso, tal vez Florence no tenía una gran voz, pero da la impresión de que peor tenía el oído.

¿Y la película? Correcta sin más (Hugh Grant de lo mejor de la película). Para fans de Meryl Streep, para conocedores de Florence Foster Jenkins (a quien incluso admiraba David Bowie), y para todos los militares que, aparentemente, le vean la gracia a que alguien cante mal y vista trajes con alas.

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Florence Foster Jenkins (2016), de Stephen Frears

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