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Good bye, Lenin!

Algo que queda muy claro para todos aquellos que nos gusta el medio audiovisual es que se trata prácticamente de una afición que no tiene fin, pues la lista de películas y series pendientes por ver pasan los años y en lugar de disminuir aumenta. Ese es el caso de hoy, donde por fin he saldado una deuda pendiente desde hacía tiempo y que al hablar con personas de mi entorno no daban crédito a que aún no la hubiese visto, pues aseguraban que iba a ser de todo mi gusto. Y desde luego da gusto que un entorno cercano me conozca bien a la hora de hacer recomendaciones, pues han acertado de lleno.

Situada en la parte este de Berlín en 1989, la historia sigue a Alex, un joven que junto con su hermana Ariane ha crecido bajo el ala de su madre Christiane, una mujer completamente devota a la causa del partido comunista. Pocos días antes de la caída del muro y de la reunificación alemana, Christiane cae en coma y no da señales de que vaya a despertar pronto. Ocho meses después, Christiane despierta del coma sin ser consciente de todos los cambios que se han producido en el país, pero Alex está dispuesto a hacer todo lo posible por hacer creer a su madre que todavía viven en una Alemania dividida.

La nostalgia por sí sola es una emoción agridulce, ya que significa exaltar los aspectos positivos del pasado o los recuerdos relacionados con ese pasado sabiendo que pertenecen a tiempos pretéritos, por ello también es muy peligroso romantizar el pasado creyendo que esos tiempos pasados siempre fueron mejores que las incertidumbres del futuro. Resulta normal, pues cualquier cambio por pequeño que sea siempre es aterrador, y es todavía más aterrador cuando los cambios se producen de manera vertiginosa casi que de la noche a la mañana y todo lo que quedaba de vidas pasadas queda reducido a simples recuerdos. Ciertamente, hablar de un bloque capitalista y un bloque comunista es hablar con cierto desdén de algo más propio de los libros de historia, es hablar de una lucha que quizás comentarían más nuestros padres o abuelos. Pero también es comentar grosso modo una lucha entre dos potencias ideológicas dejando de lado muchos detalles, entre ello lo mas importante, la historia de muchas familias que se vieron envueltas en esa lucha, las historias que al final le dan sentido a la humanidad.

Good bye, Lenin!

A pesar de que la historia que narra la película de Wolfgang Brecker no emplea un rótulo al comienzo con el trillado ¨basado en una historia real¨, en el fondo el relato que cuenta hasta cierto punto se siente como tal, lo que le da una excelente capa de autenticidad. Una familia rota, separada igual que otras muchas por el muro y por ideologías, y que inevitablemente eso va a forjar sus personalidades y también va a crearles traumas. Y es que para Alex bastan dos instantes que determinan a la perfección su comportamiento: el día que su padre no volvió a casa con la posterior reacción de su madre y el preciso momento en el que Christiane cae en coma. Alex sabe lo que significa la RDA para su madre, sabe cómo creía verdaderamente en esas promesas de un Estado mejor dispuesto a ayudar a sus ciudadanos fieles y al final, por las creencias de su madre, esta dispuesto a llevar hasta limites insospechados una de las mentiras piadosas más nobles vistas en el séptimo arte.

Una mentira piadosa que mezcla a partes iguales lo trágico y lo cómico, pues esa caída del muro mientras que para algunos significó una ansiada libertad, para otros significó el ver como sus trabajos y los ahorros de su vida de desvanecían como la sal en el agua. La cinta es plenamente consciente de estas dos posturas al ver como un bloque logró imponerse sobre el otro con firmeza, pero no pretende ser maniquea señalando cuál era la forma de pensar correcta, sino más bien mostrando que esa separación estaba destinada a romperse en cualquier momento. No pretende tampoco ser el mejor documento histórico de ese período tan convulso, mas bien pretende hacer una pequeña y ligera crítica de ambas posturas a raíz de la mentira que le cuenta a Alex a su madre y los esfuerzos titánicos que logran sonrisas y sudores fríos a partes iguales. Es interesante como tareas tan cotidianas como el tarro de pepinillos que uno pueda comerse, las transmisiones por televisión del telediario, el tipo de vallas publicitarias que hay por la calle o el modelo de coches que conduce cualquier ciudadano es objeto de un minucioso análisis sobre como era la vida, ahora que está entrando el bloque capitalista como una presa desbordada frente a cómo era cuando solo dominaba el bloque comunista.

Good bye, Lenin!Acaba resultando entrañable todo el esfuerzo que ejerce Alex por hacerle creer a su madre que el país en el que ella creció y por el que ha luchado sigue vivo y en plena forma. Sin embargo, en ese magno teatro que el mismo orquesta, el propio Alex se para a reflexionar que en verdad el país que está haciéndole creer que todavía existe, ese país que él mismo está creando y resaltando más sus virtudes, es el país donde a él le habría gustado crecer. Una idea que enlaza directamente con el componente de la nostalgia y como siempre es una sensación de doble filo. Y si hablamos de nostalgia, hay que detenerse con la banda sonora cortesía de Yann Tiersen, cuyas composiciones a lo largo de todo el filme evocan ese sentimiento de tiempos lejanos y pasados, casi de cuento de hadas, con un componente melancólico y que se asemeja a la sensación de haber tomado una fotografía de una escena que ha sucedido, capturada para siempre en la lente, pero que solo queda ese recuerdo.

Además del sobresaliente trabajo del departamento de producción por el mismo esfuerzo de Alex, de que el diablo está en los detalles de las etiquetas, del dinero o de la propia decoración, el reparto también hace un trabajo a la altura de tan sublime premisa. Daniel Brühl como Alex es el corazón de la película, dispuesto a todo por el amor hacia su madre y a sus ideales; Chulpan Khamatova como Lara, el contrapunto lógico de Alex y la parte racional que le insiste que la farsa debe acabar pronto, pues una mentira aunque sea bienintencionada sigue siendo una mentira; o Katrin Strass como la propia Christiane, una mujer en apariencia dura, fría y que podría estar cegada por sus creencias, pero que el fondo solo buscaba lo mejor para su familia.

Al final la mezcla entre comedia, drama, la fragilidad de los lazos familiares, la importancia de unos ideales políticos y lo bien estructurado que queda el guion en cuanto a contexto espacio temporal dan la combinación perfecta para una película tan ingeniosa como enternecedora con un planteamiento atrevido y brillante.

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